martes, 26 de enero de 2010

(9na Parte) La liga de maracuchos (y un colombiano) extraordinarios

El Secuestro de Joe



IX - La suave realidad




-“¡Tengo una tortuga en mis pantalones!” Vociferó Max, desde el puesto de vigía, hacia la negrura que rodeaba al Naglfar. Luego puso su mano alrededor de su oreja esperando escuchar un eco. Nada, no escuchó nada, ni siquiera el reverberar del sonido contra alguna superficie. Se escuchaba…

-“…como si estuviésemos en medio de la nada.” Dijo Javier, mirando alrededor. Sólo negrura se veía.

-“Todavía nos bambolea el mar.” Dijo Mau, prendiendo una de las linternas de aceite que colgaban en cubierta. “En algún lugar estamos, eso es seguro. Aunque todavía no he podido descifrar dónde.”
Carlos Javier y Alejandro estaban subiendo a cubierta, y Alejandro le estaba contando a Carlos Javier lo que había sucedido mientras él estaba adentro, moviendo mucho las manos y mirándolo de cerca.

Soundtrack


-“…Sí, marico, demasiado épico, porque entonces Javi agarró el timón, ¿no? Y tú sabes que a él le sabe a bola el huracán, él de lo más tranquilo manejando. Bueno, entonces el huracán se dobla hacia nosotros, marico, así como si fuese un gigante que asoma la cabeza para mirar de cerca al barco, (Ale hace el barquito con una mano y con la otra hace al gigante abalanzándose ) y Javi de lo más tranquilo sube la mirada como si estuviese mirando al gigante a los ojos diciéndole, ‘cojones, men, yo voy de jeta’,” Al decir esto, Ale se puso la mano en la boca mirando a Carlos con expresión de ‘como te quedó el ojo’, riendo.

-“Mieeeeerda.” Dijo Carlos Javier.

Detrás de ellos subían Vanessa, Marly y Natalia, en ese orden. ‘¡Ajá, exijo que alguien me explique dónde coño estamos! ’ Vociferaba Vanessa, golpeando la madera con la base de su puño. ‘¡Que ya me estoy arrechando, nojoda!’

Carlos se da la vuelta y, con toda la seriedad del mundo (¿cómo lo hace el hijo de puta?), le dice a Vanessa: ‘Parece que estamos en el infierno.’ Vanessa entonces procedió a tener un paro cardíaco parcial. Casi, digo. Parecía, al menos.

-“¡¿Qué?!” Vociferó Vanessa, llevándose la mano al corazón con expresión de -estoy viendo ‘El Aro’- en el rostro, y cayó sobre Marly quien estaba un par de escalones más abajo. “¡Yo no puedo ir al infierno, yo tengo demasiadas cosas que resolver! ¡Si yo voy al infierno ahorita me van a dar demasiado cacao! --” Decía Vane, pero se detuvo al escuchar las carcajadas de alguien.

-“¡Ay, verga! Vanessa es tan fácil, ja ja ja.” Se decía Juan Diego a sí mismo mientras enrollaba una soga que era del ancho de uno de sus brazos, de las que habían usado durante el huracán. Juan reía con una de esas risas que es mitad risa, mitad exhalación. Alejandro y Carlos siguieron hacia cubierta riendo y chocándose las manos y los puños.

-“Verga, mija, dejá el estrés. Sube y ya.” Le decía Marly, empujándola. Vanessa parecía desconcertada.

-“¡¿Ay, pero por qué me mienten así?!” Decía Vane con tono de malcriada.

-“¡Verga, loca, pa que te déis cuenta!” Exclamaba Juan en un tono bajo, que hacía que sus exclamaciones tomaran un sonido parecido al de susurros fuertes. “Que uno te dice una vaina y, sin importar cuán increíble sea, si es negativa, tú te la crees.” Vanessa iba a responder, a punto de decir ‘tampoco es que me creo cualquier cosa’, pero Juan la atajó antes. “De bolas que no te crees cualquier cosa, pero siempre le ves lo negativo a todo. Y el mundo es 50 y 50, positivo y negativo, y si tú lo ves negativo 80%, terminas viendo casi la mitad de lo que pasó. ¿Y tus conclusiones salen de qué? De lo que percibiste solamente. Entonces después vienes y dices que es que Jesús Alberto no te cree cuando le hablas. De bolas que no, es que uno asume que tú exageras las vainas.”

Al escuchar esto, Vanessa quedó anonadada. Tenía un cúmulo de sensaciones mezcladas y solidificadas, una parte de ella quería reprocharle a Juan Diego y decirle que todos percibimos realidades distintas porque la realidad absoluta no existe, otra parte de ella quería simplemente mandarlo a callar, y una tercera parte, la más cruel, le susurraba al oído que era verdad todo lo que Juan Diego decía, y que ella estaba mejor callándose la boca y calándose todos los insultos, porque al final de su vida ella terminaría sola cuidando gatos (y sin nietos).

Pero entonces Vanessa optó por respirar, pensar, y sentir un poco las cosas. Miró a su alrededor mientras reflexionaba sobre ese asunto, la realidad. ¿Cómo sabes qué es la realidad? ¿Cómo defines lo que es real y lo que está sólo en tu mente, si la línea entre conocimiento y percepción es tan delgada que hasta los griegos le dieron vueltas al asunto a través de generaciones, generaciones que incluyeron a los filósofos más importantes de la historia, sin llegar a una conclusión satisfactoria? Si alguien te dice -te amo- y tú percibes que no es sincero por la forma en que te lo dice, ¿cómo sabes si es en verdad tu intuición hablando, si, como en el caso de Jesús, sabes suficiente de lenguaje corporal como para discernir cuando alguien te está mintiendo o si, por otro lado, son tus miedos los que hablan, tu subconsciente con todos esos recuerdos de las infidelidades y las mentiras, y en el fondo estás tan herido que no quieres creer ni confiar cuando una situación esperanzadora en el presente se parezca a una situación dolorosa en el pasado? ¿Cómo confías en tu propia capacidad de saber cuándo algo es real, y cuándo no lo es?

Vanessa se avispó por un momento, dándose cuenta de que el asunto que tenía en cuestión, aquí y ahora, era mucho más burdo que verdades filosóficas. Juan le había dicho que todos asumían que ella exageraba las cosas. Para descubrir la realidad de ese argumento, sólo había una cosa por hacer, pensó.

-“¿Eso es verdad, muchachos?” Preguntó Vanessa tímidamente. “¿Ustedes creen que yo soy una exagerada?”

Soundtrack


Todos los extraordinarios alrededor de Vane estaban concentrados, cada quien haciendo algún trabajo en la nave, llevando o trayendo algo, o reflexionando sobre cómo salir del extraño lugar donde estaban metidos. Al escuchar la pregunta de Vanessa, todos respondieron con muy poco interés, siguiendo con sus faenas, cosas como “sí, mi alma, normal” o “de bolas,” o “verga, más o menos,” y “she’s not the smart one in the family, is she?” Dijo la voz Navi dentro de la barriga de Carlos. Vanessa sintió un dolor incisivo en la boca del estómago. Se sentía atropellada por el camión de la realidad.

-“Pero… pero… ¡ustedes siempre dijeron que yo era confiable!” reprochaba vane, con la voz triste y chiquita. “¡Y ahora ustedes creen que yo soy una mentirosa!”
Al escuchar esto, Juan Diego, que estaba montado en el castillo de popa (la parte de la superestructura de un barco que se eleva sobre la cubierta principal en el extremo de popa), saltó para caer en cubierta principal, justo al lado de Vanessa.

-“Vergación, ¿veis? lo estás haciendo otra vez.” Le dijo Juan Diego. “Nadie dijo la palabra mentirosa por aquí, nadie.”

-“Ajá, ok, está bien, Juan Diego.” Dijo Vanessa rodando los ojos y cruzándose de brazos (como ella capaz y no sabe que lo hace) “Está bien, ¡¿Cómo es, entonces, que Vanessa ve realidades que no están allí, y se imagina vainas, y vive metida en un mojón mental!?” Dijo ella, refiriéndose a sí misma en tercera persona. Juan Diego, obviamente desagradado por la actitud sarcástica de Vanessa, suspiró con expresión de ‘no tiene caso seguir en esto’ y se dio la vuelta para subir al castillo de popa y seguir con su trabajo.

-“Hey, pero ven acá, o sea, yo te estoy escuchando, Juan Diego, porque honestamente quiero saber,” le decía Vanessa, con un tono difícil de describir. “En serio, ajá, te escucho.”
Juan Diego, aunque no parecía muy convencido, se volvió hacia ella.

-“¿Qué más quieres que te diga? O sea, la palabra mentirosa, nadie la dijo, ¿de dónde salió? Inventos tuyos. ¿Quién dijo que tú vivías en un mojón mental? Tú. ¿Quién dijo que tú te imaginas vainas? Tú. ¿Quién te insulta todo el tiempo? Tú. Todo te lo haces tú misma, y no te das cuenta porque no te da la gana. Ni siquiera hace falta que nadie te diga gorda ni nada, porque tú te lo estás haciendo todo el tiempo. Entonces, ¿qué pasa cuando alguien te dice algo que se puede medio parecer a la pista de la sombra de uno de esos insultos? Que tú vienes y te arrechas con los de afuera. Pero es contigo misma con quien te tienes que arrechar. Arrecharte con los demás es inmadurez. Porque nadie tiene que hacerse responsable por las vainas que pasan dentro de tu cabeza.”

-“¡Pero los demás me hacen vainas feas a veces!” Dijo Vanessa.

-“Y tú las multiplicas cuando las interpretas y las comparas con las veces que te jodieron en el pasado… y asumes que te van a joder en el futuro.”

-“¡Pero!… ¿¡y los maestros espirituales que me dicen que sí me van a j…!?”

-“Cojones con esa gente, pregúntale a Carlos si quieres. Hasta él sabe que puedes cambiar una predicción del tarot.”

-“¡Pero no sé cómo!”

-“¡De bolas que sí, cambiando tú!”

-“¡Pero no sé cómo!” Gritó Vanessa al tope de su voz. En ese momento, Juan Diego y ella se dieron cuenta de que casi toda la tripulación estaba consciente de la pelea, unos la presenciaban con algo de preocupación, otros trataban de concentrarse y hacer su trabajo. No podían culparlos, pues los dos ya estaban hablando tan alto que era imposible evitar escuchar. El único que estaba dándoles la espalda completamente era Jesús, quien estaba hincado sobre proa como quien mira hacia abajo al mar, hundido en sus propios pensamientos. Marly y Natalia caminaron extrañadas hasta su lado.

-“Jesús,” dijo Nati, “¿qué pasa que no has hecho nada con respecto a la luz?”

-“Sí, Jesús. ¿Te pasó algo? ¿Te lastimaste durante el huracán?” Le preguntó Marly, preocupada.
Jesús se dio la vuelta y, mirándolas a cada una a los ojos, les dio unas ligeras palmadas en la cintura como diciendo ‘vengan conmigo’, dirigiéndolas a caminar de vuelta con los demás. Mientras atravesaban la cubierta principal, se agacharon para pasar por debajo de una columna de madera que cargaban Carlos y Ale de un lugar a otro. ‘Marico, y la banda sonora de Shadow’ Decía Ale. ‘Mareehco, seeeeh’ Reía Carlos. Jesús llegó hasta Mau, seguido de las dos muchachas. Mau lo miró con una sonrisa cándida, sin mostrar los dientes. Una sonrisa que de alguna manera delataba ‘ya sé lo que me dirás’.

-“Mau, ésta es una oscuridad que no se cura con luz.” Le dijo Jesús. Mau asintió manteniendo su sonrisa, volviendo la mirada al horizonte. “Yo pensé que al principio era mi culpa, pensé que no me podía concentrar, sobre todo con la discusión de Vanessa. Pero no. Es que este lugar es distinto, se siente distinto. Es como si el silencio no existiera. A pesar de que pareciera rodearnos, es como si el verdadero silencio no existiera.”

-“Diablos,” dijo Marly.

-“Sin silencio no puedes concentrarte, Jesús.” Dijo Natalia.

-“Exacto.” Dijo Mau. “¿Y ya descifraste por qué se siente así, Jesús?” Él le hizo esta pregunta a Jesús con el tono aleccionador del maestro quien ya sabe la respuesta, pero tiene la curiosidad de saber si su pupilo también. Jesús empequeñeció los ojos, como tratando de concentrarse con fuerza, inhaló y exhaló audiblemente, y se llevó una mano a la barbilla. Al mismo tiempo, Carlos se asustó cuando vio a Alejandro resbalarse con el tronco en la mano. En el suelo, Alejandro se cubrió esperando que el tronco le cayera encima, pero al ver que no sucedió nada, miró hacia arriba, y vio al tronco caer muy lentamente en el aire, como si estuviese bajo el agua.

-“Mierda, gracias Jesús.” Dijo Alejandro, incorporándose y siguiendo con su trabajo. Jesús parecía no haberlo escuchado, parecía no estar consciente de todo ese evento, y siguió con su tren de pensamiento.

-“¿Por qué no existe el silencio en este lugar? Pues, ¿de qué está hecho este lugar? ¿Cómo se originó Rupunia?” Decía Jesús para sí mismo, y después de un rato miró a Mau. “Del hombre, Mau. De una idea. No, de una palabra, creo que esa es la clave.”

-“Exacto. Sí, yo también estaba pensando lo mismo.” Respondió Mau. ‘verga, se puyó Jesús’ dijo alguien por ahí. “Eso que dice la biblia de que el verbo fue primero no es cierto, no para el resto del universo. Pero sí lo es para éste lugar.” Dijo Mau.

-“Claro, cada molécula de este lugar vino de una palabra. Por ende el silencio no puede existir en éste lugar. El silencio sin conceptos no puede existir porque el lugar está hecho de conceptos” Dijo Jesús.

-“Si este embrollo lo inició una palabra,” dijo Mau, guiando los pensamientos de Jesús. “Entonces sólo palabras nos pueden sacar de él.”

-“Palabras mágicas” Dijo Jesús, como pensando en voz alta. “Palabras ancestrales.”

-“¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice!” Gritó Max desde el puesto de vigía. Todos lo miraron extrañados. Max, sintiéndose juzgado, dijo “¿¡qué?! Pudo funcionar.” El resto de los tripulantes volvió al asunto.

-“Ya va, pero esto no tiene sentido.” Dijo Natalia. “¿Están hablando de que el silencio no existe en un lugar donde sólo se escucha silencio?” Natalia no estaba muy convencida.

-“Creo que estamos en una especie de espacio medio entre dos dimensiones.” Opinó Jesús.

-“Yo creo que esta oscuridad es el concepto primario de la oscuridad.” Opinó Carlos.

-“Yo opino que nos dejemos de guevonadas y busquemos una bola de discoteca y, no joda, apuesto un José Cuervo a que se ilumina esta vaina pal coño.” Dijo Alejandro, dándole un golpe a la madera.

-“¡Luz! ¡Luz! ¡Luz!” Gritaba Max desde arriba.

Vanessa estaba en medio de todos ellos, mientras opinaban y discutían y hablaban y hacían ruido. Pero al mismo tiempo se sentía ajena, se sentía ajena a ellos, a la discusión, a los sonidos, a sí misma, a todo.

Todo era como un sueño del cual estás despertando poco a poco, los sonidos se escuchan distantes, y las imágenes se ven borrosas.

-“No,” Dijo Vanessa, pensando en voz alta. “Esto no es real. Esto es un velo.”
Y estas palabras mágicas de Vanessa hicieron eco y reverberaron en todas direcciones, y la oscuridad se deshizo como si hubiese estado hecha de hebras de cabello las cuales se enrollaron en espiral y desaparecieron, revelando todo el paisaje que rodeaba al barco. Era un cielo soleado de medio día, con una brisa delicada y agradable, aguas calmas y transparentes de costa azul. Frente a ellos estaba el muro de Rupunia, alto como un castillo, extendiéndose sobre arena de isla hasta donde el ojo podía alcanzar a este y oeste. La belleza del paisaje les había quitado el aliento a todos. Mau miró a Vanessa con sonrisa de maestro orgulloso de su discípulo. ‘Impresionante’ le dijo Mau. ‘Siempre supe que eran palabras, pero no lograba deducir cuáles.’

Vanessa todavía estaba confundida por lo que había sucedido. A su lado, ella encontró a Jesús, sumido en sus pensamientos mientras miraba la pared de arriba abajo.

-“Jesús. ¿En serio tú crees que sepas cuando alguien te esté mintiendo?” Preguntó Vanessa.

-“Como la mitad de las veces, o algo así.” Respondió él.

-“¿Y qué haces con las que no puedes descifrar? ¿No te vuelven paranoico?”

-“Sí, bastante.”

-“¿Cómo haces entonces?”

-“En realidad no me importa. Si me están mintiendo o no, ya no me lo pregunto. Estoy seguro de que eventualmente la verdad se revelará. Y la paranoia, pues, simplemente estoy consciente de que es paranoia.”

-“Pero habrán momentos en que la gente te hará daño.”

-“Claro. Mira, Vane, no se trata siempre de confiar en la gente. A veces se trata de que yo confíe que soy más fuerte que todo el daño que alguien me pueda hacer. Yo, mi verdadero yo, mi espíritu, es más fuerte.”

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