martes, 26 de enero de 2010

(11ava parte) La Liga de Maracuchos (y un colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



XI - Viaje adentro



(Para los lectores quienes no lo saben, pueden dejar Ctrl presionado y mover la rueda del mouse hacia arriba, para así hacer zoom y que la letra del face no ultraje vuestros preciados ojos)

Soundtrack


Ahora el Naglfar se disponía a atravesar la frontera entre el mundo conocido, y el mundo de Rupunia. ‘¡Avanti!’ decía Mau-sin-quija’a, con su sonrisa taciturna y satisfecha. La tripulación se preparó, asiéndose de sus puestos mientras su navío navegaba los aires, por encima de las aguas azules, dirigido hacia la abertura en el muro que había quedado en lugar del coloso derrotado por Max. El paisaje de Rupunia que veían a través de la brecha era el mismo que dejaban atrás: más costa de arena clara, y agua azul, transparente y cristalina. Javier, siempre de pie en proa para guiar el camino, divisó un objeto que flotaba del otro lado del muro, como una mancha allá en la distancia. Javier encogió los ojos, tratando de divisar lo que era. El Naglfar mantuvo su curso, y a medida que se acercaba al muro, los tripulantes se percataron de que aquella mancha se hacía cada vez más grande.

-“Muchachos, ¿la vieron?” Preguntó a Jesús.

-“Sí,” dijo Natalia. “Viene hacia Nosotros. Javi, ¿qué ves?”

Javier estaba concentrado en divisar la forma de aquél punto en la distancia cuando Natalia le hizo la pregunta. Él, concentrado en su visión extraordinaria, viró sobre su hombro como acto reflejo para responder al llamado de Natalia. Ella miró dentro de los ojos de Javier aún con su visión extraordinaria activada, y sintió como toda esa energía que él tenía en enfocarse en la distancia, la había recibido ella de golpe. Él se dio cuenta, e inmediatamente dio un respingo y volvió su mirada hacia delante.

-“N-No estoy seguro.” Respondió Javier, mintiendo. Porque él ya había divisado lo que aquél punto era, pero no quería creérselo. “Hay que acercarnos más.”

Tras decir esto, siguió un silencio ominoso poblado sólo por el vibrar del Naglfar y el sonido de los remos que mágicamente se impulsaban con el aire.

-“¡Es otro barco!” Gritó Max desde el puesto de vigía, con su mano sobre las cejas para taparse el sol y guindando del nido de águila para ver con más claridad.

-“Sí, es otro barco.” Respondió Javier automáticamente sin mirar hacia atrás, todavía dándole la espalda a la tripulación.

-“¿Puestos de batalla, Doctorísimo?” Le preguntó Mau a Juan Diego. Éste negó con un ligero movimiento de la cabeza.

-“Tranquilo. Sólo mantén curso y velocidad.” Le respondió Juan Diego, con tono neutro. Mau observó a Juan Diego, de pie contra la baranda del castillo de popa, quieto como siempre. Su rostro era ilegible, pero entonces Mau notó como las manos de él se aferraron fuertemente de la baranda, cual si esperase un impacto. Mau pensó que nunca había visto a Juan Diego preocupado, ni siquiera ahora que acababan de enfrentar a una montaña con vida. ‘Eso no puede ser bueno’ pensó Mau, pero se lo quedó para sí mismo.

El resto de la tripulación se selló los labios en un silencio que parecía pesar en la atmósfera. Vanessa se le acercó a Jesús por detrás y le tomó la mano, asiéndose de él con fuerza. Eduardo se tomó su cabellera y se la amarró en una cola. Carlos Javier se estaba comiendo un camarón, con concha y todo, que había caído en el barco con el salpicar del agua que había dejado el coloso cuando cayó sobre la costa. Natalia, por su parte, miraba a Javier casi con la misma intensidad con la que él miraba hacia el frente. Ella sabía que Javier no estaba diciendo algo, porque si Max era capaz de divisar la forma del barco, entonces Javier ya había divisado mucho más.

Marly miraba a Carlos horrorizada mientras masticaba al camarón, cuyas patitas se veían saliendo de la boca de Carlos.

Alejandro había estado observando la expresión de Natalia desde hacía un rato, consciente de que algo andaba mal. Él se le acercó en silencio.

-“Nati, ¿qué pasa?” le preguntó en voz baja. Nati balbuceó algo que Alejandro no comprendió, y seguía perdida mirando a Javier con sospecha.

Mau se desvió un par de grados a estribor para esquivar al barco, pero éste todavía parecía dirigido directo hacia ellos. Entonces Mau se desvió un par de grados a babor, y el barco todavía parecía dirigido exactamente en curso de colisión, sin aparentemente haberse redirigido, como aquellos retratos cuyos ojos siempre sientes que te están mirando.

-“Hmm… that’s funny,” dijo Mau para sí mismo.

-“¡Nos quieren embestir!” Dijo Vane finalmente, como soltando un desespero que llevaba dentro. Jesús también se veía inquieto, e intercambió miradas con Alejandro, pero ambos se mantuvieron en silencio.

-“Cálmate, baby,” le dijo Eduardo, en parte tratando de calmarse a sí mismo también. “Hey, Sexy…” Dijo él refiriéndose a Juan Diego. “Any ideas?”

-“Firme, Mau.” Le dijo Juan.

Carlos miraba una pata del camarón que tenía en su mano, pensando ‘¿Será que los camarones se comerán con todo y concha?’

Alejandro pensó “bueno, si hay algo que Nati y Javi no se están diciendo, yo se lo saco porque sí.” Entonces fue y se acercó a proa, parándose al lado de Javier. Con un naturalidad que era demasiado natural dadas las circunstancias, Alejandro se decidió a sacarle a Javier lo que llevaba por dentro.

-“Que fue, colombiano, ¿cómo estai?” Le preguntó Alejandro.

-“Bien, ¿y tú, Alejandro?” Respondió Javier automáticamente, sin inmutarse en lo más mínimo.

-“Bien, loco… mirá… vos sabei que desde que Max vio que esa vaina era un barco, vos mínimo ya le habías visto la placa y el serial del motor.” Le dijo Alejandro, ambos mirando hacia delante, fingiendo que tenían una conversación casual. Javier guardó silencio. “Así que contáme,” le preguntó Alejandro. “¿Quién coño de la madre está manejando esa verga?”

Javier, todavía inmutable, le respondió:
-“Nosotros.”

-“Véis marico, es tan sencillo hablar desde el… ¿¡Qué?!” Dijo Alejandro, después de hablar asimilado la información. ‘¡El que que!’ se le escuchó a Max Gritar desde arriba. Al escuchar el grito Alejandro, todos los miraban a él y a Javier, expectantes.

-“Javi, ¿qué pasa?” Le preguntó Natalia, angustiada.

-“Es que es extraño…” Dijo Javier, como si pensara en voz alta.

-“Tranquilo colombiano que yo te creo,” le dijo a Javier. “Yo lo digo.” Entonces Alejandro se dirigió a toda la tripulación.

-“Bueno, señoras y muchachas, resulta que el barco de enfrente somos nosotros. Y sí, nos estamos embistiendo.” Todos entre la tripulación se miraron entre ellos, consternados.

-“Marico, ¿los camarones se comen con concha?” Preguntó Carlos Javier, rompiendo el silencio después de un tiempo y mostrando la pata del camarón que sostenía en la mano. ‘No, they don’t, you big stupid… thing,’ le respondió la voz en su barriga.

-“Con razón,” Dijo Mau. “Por cuantas veces lo he intentado esquivar, sigue dirigido hacia nosotros, y es automático.”

-“Es un espejo entonces.” Dijo Vanessa.

-“O pueden ser como unos dark extraordinarios, o sea, una versión oscura de nosotros, pienso. ¿No?” Dijo Marly.

-“Puede ser un mimic.” Dijo Natalia.

-“¡Beetlejuice, bettlejuice, beetlejuice!” Gritó Max.

-“¡Bueno, no sé, pero si son de verdad y nos abordan, a mí me dejan al Juan del otro barco!”

-“¡Alejandro, éste no es momento para tu testosterona, coño!” Dijo Vanessa.

-“Sean de verdad o no, ya los vamos a chocar.” Dijo Javier.

-“¡Je je jeeee, son camarones!” Dijo Carlos, mirando la pata de camarón en su mano.

-“¡Carlos Javier, vergación!” Gritó Natalia.

-“¡L---o, L---o, L---o!”* Gritó Max.
*Chiste interno censurado por el INDECU. (O tal vez porque si lo digo tres veces, aparece)

-“¡Déjense de niñerías, Mau deténte!” Gritó Vanessa.

-“¿Qué ‘detente’ del coño, mija? ¡Coñazos!” Gritó Alejandro. “¡Come on!” Gritó, con una segueta en la mano.

-“¿¡Qué hacemos!?” Gritó Marly.

-“¡Coñazos!” Gritó Alejandro.

-“¡No, Mau! ¡Detente!” Gritó Vanessa.

-“RRROOAAAAAR” Gritó Alejandro.

-“¡CAMARONEEEEEES!” Gritó Carlos Javier.

Entonces, Jesús los interrumpió gritando con todas sus fuerzas: “¡Silencio!”

Todos callaron, con la única excepción siendo la vocecita en la barriga de Carlos que automáticamente respondió ‘I kill you?’, pero nadie le prestó mucha atención.

Rodeado de las miradas de toda la tripulación y en silencio absoluto, Jesús dio dos pasos hacia el castillo de popa, y alzó la cabeza para mirar a Juan Diego a los ojos.

-“Juan Diego, ¿qué hacemos?” Le preguntó. Juan Diego se mostró inmutable, aferrándose con fuerza a la baranda del castillo.

-“Pa ‘lante,” dijo Juan Diego tranquilamente, mientras lo miraba fijamente a los ojos con expresión de ‘tú sabes cómo es todo’.

Entonces esta afirmación pareció darle nueva resolución a Jesús, quien, decidido, tomó la mano de Vanessa y se acercó al centro de cubierta.

-“Pa ‘lante entonces,” Dijo Jesús. Para él, la decisión del líder tenía que ser la decisión del grupo. Todos mueren juntos, y todos salen vivos juntos, pero todos se comprometen, nadie duda, y todos dan el cien por ciento. De esa forma, en la incertidumbre total, sólo sabes una cosa: que puedes confiar plenamente en el extraordinario que tienes a tu lado. Así es ‘como es todo’.

Todos los demás se prepararon también, avispados e impacientes, para cuanto se imaginaban venía a continuación, a una historia distinta por cabeza. El barco contrario ya estaba cerca, y algunos extraordinarios lograron divisar sus propias contrapartes, sus otros ‘yo’, en aquél navío. Estaba tan cerca, de hecho, que ambos estaban prontos a una distancia donde no podrían evitar la colisión. Mau miró con preocupación a Juan diego, a quien parecía no importarle. En ese momento cuando la poca distancia hizo inminente la colisión, Javier se dio cuenta de que era, en efecto, un reflejo exacto del navío que ellos manejaban. Era todo un reflejo. Y al tocarse los dos barcos, el Naglfar contra su reflejo, desde el punto de los dos mascarones de proa esculpidos con forma de cabeza de águila, se quebró toda una superficie entre los dos navíos, como un campo de fuerza o un espejo gigante, como si ellos entraran en una superficie de agua que estaba colocada verticalmente, agua que se quebraba más densa, como se quiebra el vidrio. Sí, era el confín de la realidad quebrándose como agua hecha de vidrio, desde la cabeza de águila que la había penetrado. Todos los extraordinarios fueron sacudidos por el impacto, con la excepción de Javier, quien presenciaba en primera fila cómo atravesaban hacia la otra dimensión, rompiendo por la fuerza aquella superficie por la cual entraban pero al mismo tiempo parecía tragárselos en un vacío que convergía hacia la negrura. Él, sin mover un dedo, vio el reflejo de la nave, del paisaje y de él mismo acercándose lentamente hacia él, progresivamente dirigiéndose a tragárselo. Se miró a sí mismo a los ojos. Con los lentes puestos, los ojos caídos con un dejo de tristeza en su forma natural, y el cabello batiéndose al aire, podía ver en su reflejo las imperfecciones en la piel, el sudor en el rostro, y vio como la punta de su nariz tocó la punta de su propia nariz proyectada. ‘Demonios, esto va a estar tan mal,’ pensó. Y lo mismo pensaron todos los otros extraordinarios, que se dirigían a enfrentarse el único mal para el cual sabían por seguro que no estaban listos: a sí mismos.

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Este capítulo fue un trabajo conjunto. Coautores: Jesús Rangel y Alejandro Ortega
Si les gusta, ya saben a quien agradecer :)

(10ma parte) La Liga de Maracuchos (y un colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



X - Mad Max



-“¡El Muro de Rupunia!” dijo Marly, sin poder subirse la quijada al terminar de hablar.

-“Es hermosísimo, de verdad que sí.” Dijo Javier

-“Impresionante arquitectura.” Dijo Mau

-“Agh, provoca tirarse al agua, está tan azul. Que ladilla tener que ser héroe.” Suspiró Naty.

-“¡Soy una exagerada!” Dijo Vane, limpiándose las lágrimas.

-“Mi alma, Vane, gran verga. Nosotros te queremos igual.” Dijo Alejandro.

-“No, ustedes no me quieren. Ustedes me soportan.”Dijo ella.

-“Vane, ¿Qué hablai?. Que un defecto tape todas tus virtudes sería como tapar el sol con un dedo.” Dijo Marly. Max brincó desde el puesto de vigía y cayó en cubierta, su cuerpo de ninja moldeándose como líquido al pisar la madera del barco, completamente silencioso.

-“¡Ah, ya la entiendo!” Dijo Max. “Ella está como cuando te sale una pepa en la cara del tamaño de un Corn Pops, y tienes que ir a la universidad y tú sientes que la gente no puede evitar ver otra cosa que… bueno, tu pepa.”

-“Síiii.” Dijo Carlos. “Uno siempre cree que la gente está es pendiente de los defectos de uno.”

-“Pero hay gente que sí lo está.” Dijo Vane, esta vez mirando a Jesús, quien se veía contemplativo.

-“... Those Who Mind Don't Matter and Those Who Matter Don't Mind.*” Jesús respondió sin dejar de mirar a la pared.
*(Ésta traducción es un poco difícil pero significa algo como “a quienes les interesa no importan y a quienes importan no les interesa”)

-“Pero igual se ponen a burlarse a tus espaldas.” Respondió Vanessa.

-“Mamaguevos, todos.” Dijo Jesús.

-“I heard that!” Dijo la voz en la barriga de Carlos.

-“Yo Sé que lo escuchaste, perra.” Dijo Jesús.

-“Skiny ass dwarven motherfucker.” Respondió la voz. Jesús miró a la barriga de Carlos con expresión de estar planeando algo.

-“I wuv you!” Le dijo la voz con tono sonriente. Eduardo Valbuena irrumpió en la conversación.

-“Babies, o sea, tienen en frente a la muralla china Supersized, ¿y están hablando de pepas en la cara?” Dijo Eduardo. La tripulación quedó boquiabierta. ‘¡Eduardo!’, ‘¡Baby!’ y ‘¿Dónde coño estabas tú metido, pues?’ Le dijeron.

-“Durmiendo de lo más rico en el camarote del capitán.” Respondió él, estirándose y pasándose las manos por el cabello. “No se siente pero ni un poquito así de turbulencia. Ve que ni sé dónde estamos.”

-“Frente al muro de Rupunia,” dijo Mau. “El cual conseguimos a través de un desliz interdimensional que había dentro del huracán que se manifiesta en el triángulo del drágon. El triángulo del dragón es una formación magnética parecida al triángulo de las bermudas, sólo que éste se encuentra en el Mar del Diablo, cerca de Japón.”

-“El muro que estamos a punto de romper,” dijo Juan Diego. “¡Max!”

-“Hai,” dijo Max, llevándose las manos a la sien con un saludo marinero. Alejandro irrumpió

-“Ya va, ya va, ya va. Un segundo. Que quiero probar algo,” dijo Alejandro. “Marly, gritále a la puñetera pared esa, a ver qué tal.” Marly se mostró un poco tímida y, sin querer iniciar una lucha de poderes, miró a Juan Diego pidiendo aprobación. Juan se encogió de hombros y torció la boca en un gesto de -seguro, si tú quieres.- Luego ella miró a Max.

-“Max, ¿me sostienes?” Le preguntó. ‘Hai’ dijo Max. Los cachetes de Marly enrojecieron profundamente.

-“Está bien, intentaré gritarle.” Dijo ella con voz chiquita, sin mirar a nadie a los ojos. Ella no sólo era tímida, sino que le tenía un profundo miedo a su propio poder.

Marly se adelantó a proa, se paró flexionando levemente las rodillas y con el cuerpo hacia delante, para soportar el impacto de la onda de choque del grito. Max la abrazó por detrás, y enterró los pies en el suelo, con una pierna flexionada y otra estirada, en la posición de alguien que está empujando algo muy pesado y grande. El resto de los muchachos, a excepción de Javi, se cubrieron y se taparon los oídos con lo que pudieron conseguir a bordo. Marly comenzó a inhalar con calma, pero con una fuerza sobrehumana que producía su propia brisa, su pecho y su abdomen inflándose, la arena y el agua de la costa siendo aspiradas en su dirección, levantando ella sus puños poco a poco a medida que acumulaba aire. Y cuando ambos de sus puños estaban cerca de su rostro, sobre sus ojos cerrados, ella abrió sus brazos soltando un grito espeluznante, de una sola nota aguda cuya voz parecía mezclarse con rugidos y sonidos de delfines, y duraba varios segundos y seguía manteniéndose en la misma, perfecta nota, el mismo rugido, el mismo grito de mujer que parecía aterrorizada, pero mezclado con una fuerza salvaje que delataba que, al contrario, era ella quien aterrorizaba, con su furia y poder indomables. Max, con su mejilla pegada a la espalda de Marly, apretaba los ojos y los dientes mientras sus oídos soportaban el grito, y el resto de su cuerpo sostenía a Marly en posición, soportando el empuje de la onda de choque que movía barco, agua, arena y brisa. A medida que se extendía el grito, una fisura apareció en la pared, luego dos, y tres, y la pared comenzó a crujir y a desmembrarse en rocas muy grandes que poco a poco fueron cayendo, dejando un cúmulo el cual, aunque todavía era inmenso, ya dejaba ver un paisaje tras él. El grito de Marly cedió tras unos segundos, y ella abrió sus ojos para ver la sección de la pared que estaba frente a ella hecha escombros.

Alejandro, victorioso, se dio la vuelta, dándole la espalda a la pared, para jactarse ante Juan Diego.

-“¡Ajá! ¡Vamos pues! ¿Cómo era la verga? ¿Marly no estaba lista pa qué? ¿Pa qué? Pero vení, decílo que te quiero escuchar,” Decía Alejandro. Mientras tanto, Marly, todavía exaltada por el grito, sonrojada y con la respiración acelerada, vio cómo la roca superior entre los escombros abría los ojos. ‘¿¡Qué!?’ pensó ella, restregándose los suyos propios. Sí, la roca superior había abierto los ojos, dos redondas luces que apuntaban hacia abajo, como si hubiese sido despertada repentinamente de un sueño y estuviese preguntándose qué había pasado.

-“¡Ale!” Dijo Marly. Los escombros entonces comenzaron a incorporarse, y al hacerlo, Marly se percató de que tenían una apariencia andromorfa, los escombros siendo como un hombre que había caído de rodillas, con la roca superior siendo su cabeza. Alejandro todavía estaba de espaldas al muro, ‘Pa que cojáis pues, coñi--‘ le decía él a Juan, al ser interrumpido por Marly.

-“¡Alejandro Ortega!” Le gritó ella. Cuando Alejandro volteó hacia la pared, los escombros ya se estaban irguiendo completamente en la forma de un coloso de proporciones muy preocupantes para los extraordinarios, con movimientos qe eran costosos y titánicos dado el tamaño de sus partes.

Soundtrack


-“Maldita sea, odio ser el Jar-Jar Binks del party,” dijo Alejandro para sí mismo.

-“Bueno, muchachos, nosotros nos fuimos.” Dijo Juan Diego, parándose en popa de un brinco. “Mau, toma el timón. Max, todo tuyo el caramelito aquél.” Le dijo, haciendo un ademán hacia el coloso.

-“Hai!” respondió Max, haciendo el saludo de marinero con una sonrisa de oreja a oreja.

-“¡A toda máquina, Mau!” Le gritó Juan. “¡Quiero estar a dos brazos de distancia de ese coño!”

Mau arrancó con el barco emitiendo un zumbido vibratorio fuerte y muy grave, moviéndose veloz hacia babor. Max dio un gran brinco sobre el mismo sitio, y al caer, dado que el barco ya se había movido, él cayó sobre el agua de la costa, la cual le llegaba hasta su abdomen. El coloso, por su parte, puso su mano sobre una columna del muro. Emitiendo un rugido que sonaba más como arquitectura crujiendo o el sonido de una máquina inmensa, el coloso arrancó la columna de la tierra y parecía decidido, con sus movimientos que levantaban neblina y exaltaban a los pájaros cerca de su cabeza, a destrozar al Naglfar usando la columna como arma, la cual podía sostener con una sola mano.

-“¡Mardición a leguas de ese coño te quiero, Mau!” Gritaba Juan.

-“¡Hey! ¡Bobo grande! ¡Por aquí!” Le gritaba Max al coloso, chispeando agua cuando agitaba los brazos.

-“¡No le para bolas a Max, viene hacia nosotros!” Decía Natalia. Mau abalanzaba al barco como si fuese un péndulo, tratando de zafarse de la atención del coloso. Pero éste lo seguía con su mirada inerte de luz y piedra, caminando con pasos lentos pero largos en dirección hacia el Naglfar, que carecía de la maniobrabilidad suficiente para zafarse del gigante y que tarde o temprano caería en sus manos. Javier, parado sobre el casco, se puso la palma sobre su frente y encogió los ojos tratando de distinguir
lo que Max hacía en la distancia.

-“Creo que Max se está riendo.” Dijo Javier tranquilamente.

-“¿¡Qué!?” Grito Vanessa.

-“Maldita sea con Max” dijeron algunos miembros de la tripulación. Marly entonces procedió a vociferarle ‘Coño de tu madre, no te rías!’ La voz de Marly hizo eco en el paisaje. Max la escuchó y se puso las manos alrededor de la boca para responderle:

-“¡Es que cuando dije bobo grande el coloso me recordó a L---o!”**

Entonces el coloso se detuvo.

Como si hubiese comprendido lo que Max acababa de decir, el coloso ladeó su cabeza y miró sobre su hombro hacia atrás. Lentamente comenzó a re-alinear sus partes para caminar en dirección a Max. Vanessa, Alejandro, Marly, Natalia y Carlos Javier estaban destornillados de la risa.

-“¡Ahora Mau, rodea al coloso y nos pones detrás de Max!” Le dijo Juan.

-“Agárrense, muchachos,” Dijo Mau.

El Naglfar entonces navegó el aire en una curva repentina, inclinándose hasta que el mástil quedó casi horizontal. Dando un largo y amplio semicírculo, Mau se dirigía a colocarlo a espaldas de Max, desde donde él lo podría defender.

-“Eso es, ven con papá.” Decía Max, alistándose de pie en la arena de la isla, listo para la acción.

El coloso rugió hacia el aire con su rugido que era arquitectura y animal y máquina. Estaba enfurecido contra Max. Los pájaros alrededor de su cabeza lo hacían verse más lejano, titánico e irreal. La arena que levantaba a su paso se acumulaba. Era como si una montaña hubiese cobrado vida y hubiese tomado un garrote para aplastar a Max. La tierra temblaba con sus pasos, sus partes hechas de piedra y talladas en arte ancestral crujían con el despertar de su largo dormir. Los tripulantes del Naglfar miraron hacia abajo, y allá, en la costa, como un pequeño punto ondulante, estaba Max inclinado en posición de lucha, esperándolo, crujiéndose los dedos, con las manos inquietas y las piernas tensas, hambriento de acción.

El coloso batió la columna al aire y la arremetió contra Max, pero falló. Max se montó sobre la columna, y saltó para montarse en la cabeza del coloso.

Podría describírselos, pero mejor vean los 0:15 a 0:30 de
ESTO


Max, agarrado de la cabeza del coloso con una mano, la otra mano extendida hacia el cielo, en posición de Karate, gritó ‘AAAAAAHHHHHHHH’ y le estalló un golpe en medio de la cabeza que hizo a la tierra temblar. El coloso emitió un quejido grave como el de una vaca, las luces de sus ojos viraron levemente hacia arriba antes de apagarse, y el cuerpo de piedra comenzó a desmayarse poco a poco, como debajo del agua. Habiendo encontrado un nuevo nivel en la capacidad de sus poderes, Max dio un brinco hacia atrás que lo llevó toda la distancia desde la cabeza del coloso hasta el barco, sintiendo en el camino la brisa batiendo su ropa, los sonidos del coloso caer allá en la lejanía, y la libertad de estar en el aire.

Cuando aterrizó en el barco, su cuerpo nuevamente cedió como líquido, y el sonido de su caída fue uno muy escaso. Los muchachos lo miraban con asombro.

-“Attention Whore” Le dijo la voz en la barriga de Carlos.

-“Muy bien, muchachos, creo que ya podemos entrar al mundo de Rupunia.” Dijo Carlos

-“Vergación, por fin.” Dijo Nati.

-“Verga, por fin diré yo.” Dijo Jesús, sobándose los dedos.

-“¿qué?” Preguntaron los muchachos.

-“Nada.” Respondió Jesús.

-“Bueno, sin nada más que decir.” Dijo Mau. “Avanti!”

...


**Chiste interno censurado por el INDECU

(9na Parte) La liga de maracuchos (y un colombiano) extraordinarios

El Secuestro de Joe



IX - La suave realidad




-“¡Tengo una tortuga en mis pantalones!” Vociferó Max, desde el puesto de vigía, hacia la negrura que rodeaba al Naglfar. Luego puso su mano alrededor de su oreja esperando escuchar un eco. Nada, no escuchó nada, ni siquiera el reverberar del sonido contra alguna superficie. Se escuchaba…

-“…como si estuviésemos en medio de la nada.” Dijo Javier, mirando alrededor. Sólo negrura se veía.

-“Todavía nos bambolea el mar.” Dijo Mau, prendiendo una de las linternas de aceite que colgaban en cubierta. “En algún lugar estamos, eso es seguro. Aunque todavía no he podido descifrar dónde.”
Carlos Javier y Alejandro estaban subiendo a cubierta, y Alejandro le estaba contando a Carlos Javier lo que había sucedido mientras él estaba adentro, moviendo mucho las manos y mirándolo de cerca.

Soundtrack


-“…Sí, marico, demasiado épico, porque entonces Javi agarró el timón, ¿no? Y tú sabes que a él le sabe a bola el huracán, él de lo más tranquilo manejando. Bueno, entonces el huracán se dobla hacia nosotros, marico, así como si fuese un gigante que asoma la cabeza para mirar de cerca al barco, (Ale hace el barquito con una mano y con la otra hace al gigante abalanzándose ) y Javi de lo más tranquilo sube la mirada como si estuviese mirando al gigante a los ojos diciéndole, ‘cojones, men, yo voy de jeta’,” Al decir esto, Ale se puso la mano en la boca mirando a Carlos con expresión de ‘como te quedó el ojo’, riendo.

-“Mieeeeerda.” Dijo Carlos Javier.

Detrás de ellos subían Vanessa, Marly y Natalia, en ese orden. ‘¡Ajá, exijo que alguien me explique dónde coño estamos! ’ Vociferaba Vanessa, golpeando la madera con la base de su puño. ‘¡Que ya me estoy arrechando, nojoda!’

Carlos se da la vuelta y, con toda la seriedad del mundo (¿cómo lo hace el hijo de puta?), le dice a Vanessa: ‘Parece que estamos en el infierno.’ Vanessa entonces procedió a tener un paro cardíaco parcial. Casi, digo. Parecía, al menos.

-“¡¿Qué?!” Vociferó Vanessa, llevándose la mano al corazón con expresión de -estoy viendo ‘El Aro’- en el rostro, y cayó sobre Marly quien estaba un par de escalones más abajo. “¡Yo no puedo ir al infierno, yo tengo demasiadas cosas que resolver! ¡Si yo voy al infierno ahorita me van a dar demasiado cacao! --” Decía Vane, pero se detuvo al escuchar las carcajadas de alguien.

-“¡Ay, verga! Vanessa es tan fácil, ja ja ja.” Se decía Juan Diego a sí mismo mientras enrollaba una soga que era del ancho de uno de sus brazos, de las que habían usado durante el huracán. Juan reía con una de esas risas que es mitad risa, mitad exhalación. Alejandro y Carlos siguieron hacia cubierta riendo y chocándose las manos y los puños.

-“Verga, mija, dejá el estrés. Sube y ya.” Le decía Marly, empujándola. Vanessa parecía desconcertada.

-“¡¿Ay, pero por qué me mienten así?!” Decía Vane con tono de malcriada.

-“¡Verga, loca, pa que te déis cuenta!” Exclamaba Juan en un tono bajo, que hacía que sus exclamaciones tomaran un sonido parecido al de susurros fuertes. “Que uno te dice una vaina y, sin importar cuán increíble sea, si es negativa, tú te la crees.” Vanessa iba a responder, a punto de decir ‘tampoco es que me creo cualquier cosa’, pero Juan la atajó antes. “De bolas que no te crees cualquier cosa, pero siempre le ves lo negativo a todo. Y el mundo es 50 y 50, positivo y negativo, y si tú lo ves negativo 80%, terminas viendo casi la mitad de lo que pasó. ¿Y tus conclusiones salen de qué? De lo que percibiste solamente. Entonces después vienes y dices que es que Jesús Alberto no te cree cuando le hablas. De bolas que no, es que uno asume que tú exageras las vainas.”

Al escuchar esto, Vanessa quedó anonadada. Tenía un cúmulo de sensaciones mezcladas y solidificadas, una parte de ella quería reprocharle a Juan Diego y decirle que todos percibimos realidades distintas porque la realidad absoluta no existe, otra parte de ella quería simplemente mandarlo a callar, y una tercera parte, la más cruel, le susurraba al oído que era verdad todo lo que Juan Diego decía, y que ella estaba mejor callándose la boca y calándose todos los insultos, porque al final de su vida ella terminaría sola cuidando gatos (y sin nietos).

Pero entonces Vanessa optó por respirar, pensar, y sentir un poco las cosas. Miró a su alrededor mientras reflexionaba sobre ese asunto, la realidad. ¿Cómo sabes qué es la realidad? ¿Cómo defines lo que es real y lo que está sólo en tu mente, si la línea entre conocimiento y percepción es tan delgada que hasta los griegos le dieron vueltas al asunto a través de generaciones, generaciones que incluyeron a los filósofos más importantes de la historia, sin llegar a una conclusión satisfactoria? Si alguien te dice -te amo- y tú percibes que no es sincero por la forma en que te lo dice, ¿cómo sabes si es en verdad tu intuición hablando, si, como en el caso de Jesús, sabes suficiente de lenguaje corporal como para discernir cuando alguien te está mintiendo o si, por otro lado, son tus miedos los que hablan, tu subconsciente con todos esos recuerdos de las infidelidades y las mentiras, y en el fondo estás tan herido que no quieres creer ni confiar cuando una situación esperanzadora en el presente se parezca a una situación dolorosa en el pasado? ¿Cómo confías en tu propia capacidad de saber cuándo algo es real, y cuándo no lo es?

Vanessa se avispó por un momento, dándose cuenta de que el asunto que tenía en cuestión, aquí y ahora, era mucho más burdo que verdades filosóficas. Juan le había dicho que todos asumían que ella exageraba las cosas. Para descubrir la realidad de ese argumento, sólo había una cosa por hacer, pensó.

-“¿Eso es verdad, muchachos?” Preguntó Vanessa tímidamente. “¿Ustedes creen que yo soy una exagerada?”

Soundtrack


Todos los extraordinarios alrededor de Vane estaban concentrados, cada quien haciendo algún trabajo en la nave, llevando o trayendo algo, o reflexionando sobre cómo salir del extraño lugar donde estaban metidos. Al escuchar la pregunta de Vanessa, todos respondieron con muy poco interés, siguiendo con sus faenas, cosas como “sí, mi alma, normal” o “de bolas,” o “verga, más o menos,” y “she’s not the smart one in the family, is she?” Dijo la voz Navi dentro de la barriga de Carlos. Vanessa sintió un dolor incisivo en la boca del estómago. Se sentía atropellada por el camión de la realidad.

-“Pero… pero… ¡ustedes siempre dijeron que yo era confiable!” reprochaba vane, con la voz triste y chiquita. “¡Y ahora ustedes creen que yo soy una mentirosa!”
Al escuchar esto, Juan Diego, que estaba montado en el castillo de popa (la parte de la superestructura de un barco que se eleva sobre la cubierta principal en el extremo de popa), saltó para caer en cubierta principal, justo al lado de Vanessa.

-“Vergación, ¿veis? lo estás haciendo otra vez.” Le dijo Juan Diego. “Nadie dijo la palabra mentirosa por aquí, nadie.”

-“Ajá, ok, está bien, Juan Diego.” Dijo Vanessa rodando los ojos y cruzándose de brazos (como ella capaz y no sabe que lo hace) “Está bien, ¡¿Cómo es, entonces, que Vanessa ve realidades que no están allí, y se imagina vainas, y vive metida en un mojón mental!?” Dijo ella, refiriéndose a sí misma en tercera persona. Juan Diego, obviamente desagradado por la actitud sarcástica de Vanessa, suspiró con expresión de ‘no tiene caso seguir en esto’ y se dio la vuelta para subir al castillo de popa y seguir con su trabajo.

-“Hey, pero ven acá, o sea, yo te estoy escuchando, Juan Diego, porque honestamente quiero saber,” le decía Vanessa, con un tono difícil de describir. “En serio, ajá, te escucho.”
Juan Diego, aunque no parecía muy convencido, se volvió hacia ella.

-“¿Qué más quieres que te diga? O sea, la palabra mentirosa, nadie la dijo, ¿de dónde salió? Inventos tuyos. ¿Quién dijo que tú vivías en un mojón mental? Tú. ¿Quién dijo que tú te imaginas vainas? Tú. ¿Quién te insulta todo el tiempo? Tú. Todo te lo haces tú misma, y no te das cuenta porque no te da la gana. Ni siquiera hace falta que nadie te diga gorda ni nada, porque tú te lo estás haciendo todo el tiempo. Entonces, ¿qué pasa cuando alguien te dice algo que se puede medio parecer a la pista de la sombra de uno de esos insultos? Que tú vienes y te arrechas con los de afuera. Pero es contigo misma con quien te tienes que arrechar. Arrecharte con los demás es inmadurez. Porque nadie tiene que hacerse responsable por las vainas que pasan dentro de tu cabeza.”

-“¡Pero los demás me hacen vainas feas a veces!” Dijo Vanessa.

-“Y tú las multiplicas cuando las interpretas y las comparas con las veces que te jodieron en el pasado… y asumes que te van a joder en el futuro.”

-“¡Pero!… ¿¡y los maestros espirituales que me dicen que sí me van a j…!?”

-“Cojones con esa gente, pregúntale a Carlos si quieres. Hasta él sabe que puedes cambiar una predicción del tarot.”

-“¡Pero no sé cómo!”

-“¡De bolas que sí, cambiando tú!”

-“¡Pero no sé cómo!” Gritó Vanessa al tope de su voz. En ese momento, Juan Diego y ella se dieron cuenta de que casi toda la tripulación estaba consciente de la pelea, unos la presenciaban con algo de preocupación, otros trataban de concentrarse y hacer su trabajo. No podían culparlos, pues los dos ya estaban hablando tan alto que era imposible evitar escuchar. El único que estaba dándoles la espalda completamente era Jesús, quien estaba hincado sobre proa como quien mira hacia abajo al mar, hundido en sus propios pensamientos. Marly y Natalia caminaron extrañadas hasta su lado.

-“Jesús,” dijo Nati, “¿qué pasa que no has hecho nada con respecto a la luz?”

-“Sí, Jesús. ¿Te pasó algo? ¿Te lastimaste durante el huracán?” Le preguntó Marly, preocupada.
Jesús se dio la vuelta y, mirándolas a cada una a los ojos, les dio unas ligeras palmadas en la cintura como diciendo ‘vengan conmigo’, dirigiéndolas a caminar de vuelta con los demás. Mientras atravesaban la cubierta principal, se agacharon para pasar por debajo de una columna de madera que cargaban Carlos y Ale de un lugar a otro. ‘Marico, y la banda sonora de Shadow’ Decía Ale. ‘Mareehco, seeeeh’ Reía Carlos. Jesús llegó hasta Mau, seguido de las dos muchachas. Mau lo miró con una sonrisa cándida, sin mostrar los dientes. Una sonrisa que de alguna manera delataba ‘ya sé lo que me dirás’.

-“Mau, ésta es una oscuridad que no se cura con luz.” Le dijo Jesús. Mau asintió manteniendo su sonrisa, volviendo la mirada al horizonte. “Yo pensé que al principio era mi culpa, pensé que no me podía concentrar, sobre todo con la discusión de Vanessa. Pero no. Es que este lugar es distinto, se siente distinto. Es como si el silencio no existiera. A pesar de que pareciera rodearnos, es como si el verdadero silencio no existiera.”

-“Diablos,” dijo Marly.

-“Sin silencio no puedes concentrarte, Jesús.” Dijo Natalia.

-“Exacto.” Dijo Mau. “¿Y ya descifraste por qué se siente así, Jesús?” Él le hizo esta pregunta a Jesús con el tono aleccionador del maestro quien ya sabe la respuesta, pero tiene la curiosidad de saber si su pupilo también. Jesús empequeñeció los ojos, como tratando de concentrarse con fuerza, inhaló y exhaló audiblemente, y se llevó una mano a la barbilla. Al mismo tiempo, Carlos se asustó cuando vio a Alejandro resbalarse con el tronco en la mano. En el suelo, Alejandro se cubrió esperando que el tronco le cayera encima, pero al ver que no sucedió nada, miró hacia arriba, y vio al tronco caer muy lentamente en el aire, como si estuviese bajo el agua.

-“Mierda, gracias Jesús.” Dijo Alejandro, incorporándose y siguiendo con su trabajo. Jesús parecía no haberlo escuchado, parecía no estar consciente de todo ese evento, y siguió con su tren de pensamiento.

-“¿Por qué no existe el silencio en este lugar? Pues, ¿de qué está hecho este lugar? ¿Cómo se originó Rupunia?” Decía Jesús para sí mismo, y después de un rato miró a Mau. “Del hombre, Mau. De una idea. No, de una palabra, creo que esa es la clave.”

-“Exacto. Sí, yo también estaba pensando lo mismo.” Respondió Mau. ‘verga, se puyó Jesús’ dijo alguien por ahí. “Eso que dice la biblia de que el verbo fue primero no es cierto, no para el resto del universo. Pero sí lo es para éste lugar.” Dijo Mau.

-“Claro, cada molécula de este lugar vino de una palabra. Por ende el silencio no puede existir en éste lugar. El silencio sin conceptos no puede existir porque el lugar está hecho de conceptos” Dijo Jesús.

-“Si este embrollo lo inició una palabra,” dijo Mau, guiando los pensamientos de Jesús. “Entonces sólo palabras nos pueden sacar de él.”

-“Palabras mágicas” Dijo Jesús, como pensando en voz alta. “Palabras ancestrales.”

-“¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice!” Gritó Max desde el puesto de vigía. Todos lo miraron extrañados. Max, sintiéndose juzgado, dijo “¿¡qué?! Pudo funcionar.” El resto de los tripulantes volvió al asunto.

-“Ya va, pero esto no tiene sentido.” Dijo Natalia. “¿Están hablando de que el silencio no existe en un lugar donde sólo se escucha silencio?” Natalia no estaba muy convencida.

-“Creo que estamos en una especie de espacio medio entre dos dimensiones.” Opinó Jesús.

-“Yo creo que esta oscuridad es el concepto primario de la oscuridad.” Opinó Carlos.

-“Yo opino que nos dejemos de guevonadas y busquemos una bola de discoteca y, no joda, apuesto un José Cuervo a que se ilumina esta vaina pal coño.” Dijo Alejandro, dándole un golpe a la madera.

-“¡Luz! ¡Luz! ¡Luz!” Gritaba Max desde arriba.

Vanessa estaba en medio de todos ellos, mientras opinaban y discutían y hablaban y hacían ruido. Pero al mismo tiempo se sentía ajena, se sentía ajena a ellos, a la discusión, a los sonidos, a sí misma, a todo.

Todo era como un sueño del cual estás despertando poco a poco, los sonidos se escuchan distantes, y las imágenes se ven borrosas.

-“No,” Dijo Vanessa, pensando en voz alta. “Esto no es real. Esto es un velo.”
Y estas palabras mágicas de Vanessa hicieron eco y reverberaron en todas direcciones, y la oscuridad se deshizo como si hubiese estado hecha de hebras de cabello las cuales se enrollaron en espiral y desaparecieron, revelando todo el paisaje que rodeaba al barco. Era un cielo soleado de medio día, con una brisa delicada y agradable, aguas calmas y transparentes de costa azul. Frente a ellos estaba el muro de Rupunia, alto como un castillo, extendiéndose sobre arena de isla hasta donde el ojo podía alcanzar a este y oeste. La belleza del paisaje les había quitado el aliento a todos. Mau miró a Vanessa con sonrisa de maestro orgulloso de su discípulo. ‘Impresionante’ le dijo Mau. ‘Siempre supe que eran palabras, pero no lograba deducir cuáles.’

Vanessa todavía estaba confundida por lo que había sucedido. A su lado, ella encontró a Jesús, sumido en sus pensamientos mientras miraba la pared de arriba abajo.

-“Jesús. ¿En serio tú crees que sepas cuando alguien te esté mintiendo?” Preguntó Vanessa.

-“Como la mitad de las veces, o algo así.” Respondió él.

-“¿Y qué haces con las que no puedes descifrar? ¿No te vuelven paranoico?”

-“Sí, bastante.”

-“¿Cómo haces entonces?”

-“En realidad no me importa. Si me están mintiendo o no, ya no me lo pregunto. Estoy seguro de que eventualmente la verdad se revelará. Y la paranoia, pues, simplemente estoy consciente de que es paranoia.”

-“Pero habrán momentos en que la gente te hará daño.”

-“Claro. Mira, Vane, no se trata siempre de confiar en la gente. A veces se trata de que yo confíe que soy más fuerte que todo el daño que alguien me pueda hacer. Yo, mi verdadero yo, mi espíritu, es más fuerte.”

(Parte 8 y medio) La liga de maracuchos (y un colombiano) extraordinarios

El Secuestro de Joe



VIII y ½ - Interludio de sangre




Soundtrack 1



El Naglfar en medio de la oscuridad, y sus tripulantes buscando por doquier con las miradas, se veían desde una bola de cristal en una habitación grande y escasamente iluminada. Frente a la bola de cristal estaba sentado un hombre, con una pierna cruzada sobre la otra, su mano izquierda bajo el codo derecho y su mano derecha con los dedos índice y medio sosteniendo la cabeza desde la sien. Era un hombre no afeminado, tampoco viril, pero más bien se movía cual un hombre con tanto poder como para tener al mundo en sus manos, sin las preocupaciones mundanas sobre masculino y femenino, que adquiere una cualidad andrógina hipnótica en sus movimientos y sus gestos. Ahora, su gesto era el de una sonrisa carnívora de oreja a oreja, de dientes inmensos y colmillos que incluso doblaban en tamaño al resto de los dientes, una sonrisa perturbadora pues sólo sus labios sonreían, mientras que sus ojos y el resto de sus facciones gruesas y grandes se torcían muy ligeramente en una mezcla entre curiosidad y satisfacción propia. Vestía una boina de cuadros y una corbata amarilla enmarcada por tirantes negros.

Soundtrack 2


La habitación poseía algunos pequeños charcos de luz, luz de fuente desconocida, y los espacios escasos que estos charcos dejaban divisar delataban que era parte de un castillo, uno de proporciones opulentas, góticas, ancestrales. Desde la negrura en la habitación habló una voz femenina, sin fuente ni dirección, abarcando todo el espacio y haciendo eco en él, una voz ronca pero dotada con una apabullante femineidad manifestada en la nostalgia que producían sus notas, la sensibilidad en la pronunciación de las palabras, y la fuerza que tenían el ritmo de los sonidos y la cualidad de las ideas. Era arrulladoramente sensual.

-“They almost got killed, you know? All of them, while Carlos was asleep.” Dijo la voz. El hombre ante la bola de cristal viró sobre su hombro y rió.

-“Men, o sea, no me puedes hacer responsable por la mediocridad de los demás,” Respondió el hombre con tono lógico y confiado, la sonrisa todavía dibujada en su rostro. “Eso sería demasiado venezolano de tu parte. Si les da la gana de matarse entre ellos mismos, eso es su problema, yo no jugué piezas en ese suicidio.”

-“Maybe those gay orcs of yours did.” Respondió la voz de mujer con serenidad.

-“Ah, pues, ¿qué te puedo decir? No los puedes culpar tampoco, esos glúteos de Joe están como mordisqueables, ¿no? Genial que se diviertan los orcos con eso un rato.” Dijo el hombre, con tono entretenido.

-“Ouais, c’est épatant ça” suspiró la voz en tono irónico. Hubo silencio por un momento.

-“En fin, yo sé que no los estás defendiendo, tendrías que tener muy mala memoria para hacerlo. No puedes defenderlos, de todas formas. Son ellos quienes se adentran en un lugar tan inhóspito y agresivo como Rupunia. Quién sabe qué suerte de maleficios puede acaecerlos mientras estén a la deriva en este mundo tan desconocido para ellos.” Decía el hombre sarcásticamente. “Pobres, pobres héroes.”
Una mano pálida, con uñas largas y rojas, se vio aparecer desde la oscuridad y posarse en el hombro del hombre.

-“Very aggresive indeed. Jungle-like, actually.” Dijo la voz. “So whatever you do, Diego, just keep in mind...” la mano ahora clavaba sus uñas en el deltoides de Diego, quien luchaba por esconder el dolor apretando la sonrisa “...that the chain of command IS the food chain ‘round here.”

-“Sí, señora. Ja ja ja. Todo anda bien con esta mentecita. Va a 167 kilómetros por hora, no se le pasa nada.” Dijo Diego, riendo. El tono complaciente de Diego parecía desagradar a la mujer, cuyos pasos se escuchaban alejarse de él a lo largo de la habitación, lentos, pesados, entaconados. Diego se hincó hacia la bola de cristal, ahora enfocada en un miembro particular de la tripulación.

-“And, Diego…” Dijo la mujer, ahora audiblemente desde lejos, como si hablase de espaldas.

-“Diga, señora,” dijo Diego, sonando entretenido.

-“I want that one alive.” Dijo la mujer.

-“Oh Yes, ma’am. I know you do.” Respondió Diego. Entonces se escuchó el expander de alas tras él, y el batirlas contra el viento para despegar en vuelo. La mujer se había ido. Diego quedó a solas en la habitación.

-“I’ve always known you do.” Se dijo Diego a sí mismo, pensativo, mirando de cerca su bola de cristal, y el rostro del extraordinario que se veía en ella.

(8va Parte) La Liga de Maracuchos (Y un colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



VIII - Hacia otro mundo



Jesús abrió los ojos sintiéndose despertar de un sueño largo, con los músculos adoloridos. Todo estaba borroso y muy iluminado, a duras penas lograba divisar el techo de madera del camarote. Trató de ponerse de pie, pero falló, y volvió a caer acostado sobre el delgado colchón donde parecía estar postrado. Entonces, escuchó una voz que había sido familiar para él por toda una década de su vida.

-“Je je je, te estáis puyando con esos masajes en la cabeza, ¿no?” Rió Carlos Javier. Jesús no recordaba nada y, aunque el tono de voz de Carlos sonaba despreocupado, él siempre sonaba así, lo cual no le permitió mucha consolación.

-“¿Qué rayos sucedió, Carlos?” Le dijo Jesús, poniéndose la mano sobre la cabeza y luchando por erguirse, como despertando de una resaca. Carlos bostezó profunda y ruidosamente, estirándose. Con el rabillo del ojo, Jesús vio sus borrosos brazos al aire mientras lo hacía.

-“Los muchachos cuentan que me diste un masaje para quedarme dormido, normal. Pero luego no saben que pasó que no me dejabas despertar.” Carlos hizo una pausa dramática esperando que Jesús asimilara la idea. “Y te imaginarás, o sea te imaginarás el verguero que eso armó.”

Jesús empezó a tener ligeros recuerdos de lo sucedido, más de sensaciones que de imágenes. Recordó una atmósfera muy tensa, premura y expectativa, todo muy vago. Recordó susurros, sonidos de lluvia y voces frustradas dentro de la habitación. Luego sonidos que se escuchaban gigantes cerca de la nave, y finalmente el claro recuerdo, preciso y perturbador como la alarma de despertador tras un sueño profundo, de escuchar la voz de su hermano decir “Baja, Mau. Yo me encargo.” Entonces Jesús entendió que Juan Diego había estado en cubierta, mientras Carlos dormía. El peligro que su hermano había corrido enfocó su mente y su cuerpo en una sola cosa: buscarlo para saber si estaba bien.

-“¡Juan Diego!” Dijo Jesús, incorporándose aparatosa pero velozmente, corriendo fuera del camarote. Carlos trató de detenerlo, pero la velocidad con la cual Jesús se había reincorporado lo tomó completamente por sorpresa. Al verlo dirigirse hacia la escotilla de cubierta, trató de advertirle: “No salgas, que estamos en el triángulo de…” Pero fue interrumpido por una ráfaga de viento que le impidió el habla cuando Jesús abrió la escotilla.

Afuera había una tormenta como nunca habían visto antes. El cielo destellaba truenos como columnas de poder que caían alrededor del Naglfar, los vientos eran inclementes y la visibilidad hacia el horizonte era casi nula. En proa, Javi se encontraba de pie, inmune a la tormenta, tratando de proveer visibilidad. Max estaba en el mástil, luchando por amarrar la vela, corriendo un mundo de peligro mientras los ventarrones amenazaban con sacarlo de la nave. Jesús luchaba por asomarse desde la escotilla buscando a su hermano, vociferando su nombre.

(Entonces lector, ahora usted leerá lo que sigue escuchando esto:)

Soundtrack de la 8va Parte


-“¡Javi! ¿¡Qué ves!?” Le gritó Mau a través de la tormenta.

-“¡Un huracán del tamaño de casa de Jesús!” Le gritó Javier, limpiándose el agua que le había caído en los ojos.

-“¡El mapa señalaba que ese era el punto exacto!” Le gritó Mau. De repente Jesús escuchó que le gritaron desde atrás. No necesitó darse la vuelta para saber quién le hablaba. Era Juan Diego.

-“Jesús Alberto, ¿te vais a agarrar o te tengo que afeitar a cachetadas?“ Le dijo. Jesús sonrió para sí mismo y se hizo de una cuerda, sabiendo que su hermano estaba bien, y con su personalidad intacta.

-“¡Max, termina de amarrar esa vela y agarráte!” Gritó Juan Diego. “Mau, curso directo hacia el ojo del huracán.”

-“Santo Dios, los héroes en las historias siempre tienen tan malas ideas.” Dijo Mau hacia sí mismo. En el camarote, Alejandro metía sus herramientas en un baúl y las amarraba, asegurándolas al barco.

-“¡Muy bien, muchachos, todo el que no sepa volar, brincar, Maxiar o shuflear sus moléculas lo quiero agarrao del barco como una babilla recién pari’a!” Vociferaba Alejandro yendo de un lado a otro organizando cosas. Entonces puso la voz carrasposa como Leónidas en 300. “¡Because today, no extraordinario dies!” Dijo, para luego sonreírle a Jesús, quien lo miraba extrañado asomándose hacia adentro. “Marico, perdonáme, yo sé que no era el momento pero siempre quise hacer eso, ¡ja ja ja!” En ese momento el barco se meció como un pato de hule que fue manoteado en una bañera por un bebé. Alejandro salió volando, golpeándose la cabeza contra una de las paredes. Vanessa, viendo esto, gritó:

-“¡Alejandro, muchachos, Por vida ‘e Cristo, compórtense, que vamos a moriiiiir! ¡Sean serios por alguna vez en sus vidas!”

Juan Diego maniobraba hábilmente, con una de sus manos amarrada a un mecate del barco, mientras daba órdenes a los muñecos remadores y ayudaba a Mau con la navegación. Jesús se amarró la cuerda de la misma manera, y le gritó a Javier.

-“¡Javi, toma el mando!” Javier se dio la vuelta.
Max había terminado de amarrar la vela. Ahora chillaba '¡Wuuuujuuuu!' agarrado del mástil mientras su cuerpo se batía como una bandera contra el viento.

- “¡Max, tráeme a Mau hasta la escotilla!” le vociferó Jesús. Al escuchar la orden de Jesús, Max se encogió como un mono en una rama y puso sus piernas contra el mástil, impulsándose con ellas como si fuese un torpedo en dirección de Mau. Max llegó hasta Mau, lo tomó y lo ayudó a llegar hasta Jesús, quien ayudó a asegurarlo bajo cubierta desde donde podía ver y apoyar a los demás. Javi ahora tomaba el mando mientras Juan Diego le ordenaba que mantuviese curso firme hacia el huracán. Los vientos se hacían más fuertes, el barco amenazaba con volcarse de cabeza. “Alguien agarre a Nati, se golpea ella la cabeza y al coño fuimos todos” Gritaba Alejandro. Los truenos se acercaban cada vez más, el huracán ya se mostraba frente a la visión de todos, rodeado de truenos como si fuesen sus aliados, imponente, su forma inclinándose hacia el barco como si tuviese vida propia y asomase su cabeza para mirar de cerca a la tripulación. El barco navegaba hacia su centro, bamboleando pero firme, como un condenado hacia la silla eléctrica. “¡Agárrense todos!” Gritaba Jesús. “¡Con todo, Javier, pa dentro!” Le decía Juan a Javier, mirándolo a la cara, con el puño arriba como dándole las fuerzas para hacerlo. Marly y Natalia calmaban a Vanessa, quien, en el medio de las dos gritaba “¡Vamos a morir!”

Entonces, todo fue oscuridad.

Continuará

(Me cuentan donde quedaron cuando terminó la canción, a ver si cuadró)

(7ma parte) La liga de Maracuchos (y un Colombiano) extraordinarios

El Secuestro de Joe



VII - Poder Abrumador



Naglfar. 11 p.m. Hora del Pacífico.
La noche había caído sobre el barco, horas tras haber dejado Bogotá en dirección sur-oeste sobre el Océano Pacífico. Sobre cubierta, Mau manejaba avispado y atento bajo el cielo estrellado y el clima calmo. Max estaba de pie en el puesto de vigía, agarrado del mástil, concentrado en el horizonte adelante. Abajo, en los camarotes, Nati observaba expectante por la ranura de una puerta entrecerrada desde cuyo filo salía una línea de luz de vela ondulante muy tenue, y alrededor de ella se reunían el resto de los muchachos de la tripulación, susurrantes e impacientes ante lo que sucedía dentro de aquella habitación.

-“¡Shh! ¡Cállense!”Susurró Natalia exasperada, volteándose hacia la tripulación. “¡Que ya casi lo logra!”

-“Mardición pero yo lo que quiero saber es por qué vamos tan lento si ya tenemos todo lo que hace falta para ir a Rupunia.” Susurró Vanessa. Los muchachos a su alrededor empezaron nuevamente a cuchichear y susurrarse entre ellos, pero Natalia no les prestó atención y siguió atenta mirando a través del filo de la puerta entrecerrada como un niño que mira hacia la habitación prohibida de la casa de sus abuelos. De repente, Nati abrió un poco más la puerta y asintió al haber recibido una señal desde dentro.

-“Ok, listo muchachos. Ya pueden entrar,” susurró ella, abriendo la puerta por completo, todavía sosteniendo la manilla y parándose contra ella mientras los hacía pasar con una señal de la mano. Dentro, la habitación había sido adecuada para un ritual, había una pequeña mesa un poco más allá de la puerta, redonda y muy baja, con una estatua del buddha hecha en madera sobre ella, y a la izquierda estaban Carlos Javier y Jesús, Carlos acostado boca arriba sobre una baja litera de barco, su cuerpo pesado hundiendo su propia silueta sobre el delgado colchón, sus ojos cerrados y una expresión de sueño profundo y relajado en el rostro, y Jesús sentado en flor de loto frente a la cabecera de la cama, en la esquina de la habitación, con sus manos puestas sobre la cabeza de Carlos. Hacía un poco de calor, tal vez porque había velas en el suelo, en la mesa, y alrededor de Jesús, las cuales los miembros de la tripulación evitaron pisar con cuidado mientras buscaban pararse al lado y al pie de la cama donde Carlos dormía. Natalia, apresurada, sacó de su bolsillo una aguja y se pinchó el pulgar, descubriéndose una pelotita de sangre que brillaba bajo la luz de vela. Ella acercó su pulgar sobre la barriga, intencionalmente dejada al descubierto, de Carlos, y dejó que la gota de sangre cayera a una cuarta más arriba de su ombligo, la medida siendo exacta. Entonces, le pasó la aguja a Marly.

-“¡Apura!” Le dijo. Marly asintió y procedió a pincharse ella su dedo pulgar, colocando ella su gota de sangre a media cuarta hacia la izquierda, diagonal a la gota anterior. Mientras ella hacía esto, Vanessa dio un paso hacia atrás, mostrándose un poco preocupada.

-“Ya va… pero… ¿por qué sangre?... osea…” Susurró Vanessa. Los demás la mandaron a callar con un unísono “¡Shh!” y Eduardo y Alejandro la tomaron de cada brazo.

-“Mami” le susurró Ale, abrazándola. “Después te explico, lo que pasa es que falta Vicky y no tenemos a más nadie. Pero apuráte, mi cielo, antes de que nos tiren la cachua a todos aquí.”

-“Anda mi reina si tú eres tremenda hembra tú puedes con todo.” Le dijo Eduardo.

Y mientras los dos trataban de convencerla, se escucharon en la lejanía una serie de sonidos los cuales, aunque distantes el uno del otro tanto, eran cónsonos en su cualidad sobrenatural y espeluznante: el relinchar de un caballo primero, debajo de la nave, luego el sonido de brazas ardiendo al este y, un tiempo después, desde arriba, el crujir rítmico de la madera como el sonido que emitían las carrozas de antaño con sus ruedas de madera. En ese momento, Jesús abrió los ojos y miró directamente hacia los de Vanessa, con tal precisión como si ya supiese donde ella estaba antes de abrirlos, y con una expresión de premura y seriedad alarmante. Vanessa inspiró una bocanada de aire sorprendida y, sobándose el dedo pulgar, miró con rencor a Alejandro quien, mientras Vanessa se había distraído, le había quitado la aguja a Marly y ahora acababa de pincharle el pulgar a Vanessa sin que ella se diera cuenta. ‘¡Ale!’ susurró Vane con rabia, un susurro que habría sido un grito si se hubiese podido, ‘ya, mami, ven, ya pasó, pon la gota aquí al contrario de la que puso Marly’ le susurró Alejandro mientras la guiaba a poner la gota de sangre sobre la barriga de Carlos. Con tres gotas ya colocadas en forma de triángulo, todos observaban expectantes, a excepción de Jesús, quien había cerrado los ojos nuevamente y parecía concentrar toda su atención en sus propias manos, todavía posadas inmóviles sobre la cabeza de Carlos. Entonces, del interior de la barriga de Carlos salió una cuarta gota que formó con las otras tres un cuadrado perfecto.

Completado el ritual, cada gota de sangre en la barriga de Carlos comenzó a flotar y a alejarse la una de la otra manteniendo siempre la misma altura y la misma distancia la una de la otra. Las gotas se desmembraron en pequeños hilos de sangre que corrían el uno hacia el otro, comenzando a tomar forma.

-“¿Un mapa?” Susurró Vanessa, asombrada.
-“Y una brújula.” Respondió Natalia.

-“Es el Océano Pacífico, así que vamos bien. Pero todavía no veo dónde exactamente.” Dijo Ale, acercándose más. La figura de sangre entonces comenzó a tomar más detalle, se comenzaron a formar las montañas y las costas, pero al mismo tiempo giraba como si un dibujante invisible las hiciera y cambiaba de centro constantemente. Desde muy cerca del suelo de la nave, se escuchó emerger una terrorífica carcajada cadavérica, carcajada que parecía emerger de una boca inmensa como una cueva, capaz de tragarse la nave. Marly dio un respingo al escucharla, y clavó sus uñas en el hombro de Ale, quien estaba hincado de cuclillas al pie de la cama.

-“Es más a la izquierda, al oeste. Sí, Mau tiene buena intuición.” Susurró Alejandro, poniendo su mano sobre la de Marly, sin dejar de mirar el mapa. “Ya casi se dibuja, sólo unos segundos más.”

Juan Diego, empapado de agua, abrió la puerta repentinamente, con expresión de leve alarma en el rostro. Los miró a todos como si hubiese encontrado respuesta a algo repentinamente, a algo que sucedía afuera de la habitación y habiéndola encontrado, salió hacia cubierta con la misma premura con la cual entró. Desde fuera, se le escuchó a Max gritar “¡diles que dejen de jugar al bello durmiente, coño!”, y luego se le escuchó a Juan decir “Baja, Mau. Yo me encargo.” Se sentía entrando por la escotilla un poco de la lluvia torrencial que caía, y la brisa fulminante. Las velas se apagaron, y los tripulantes en el camarote notaron que el calor que habían sentido no venía de las velas, sino de las manos de Jesús.

-“Se parece al triángulo de las bermudas, pero éste no es el Océano Atlántico” Dijo Alejandro. “Maldición, si se dibujara un poco más.”

-“Rápido, Ale,” susurró Nati, con una sensación de inquietud cabalgante en el estómago. Nati vio a Javier asomarse por la pequeña ventana circular del camarote, y su rostro tomó una ligera expresión de alarma.

-“Ehm… muchachos…” Dijo Javier.

-“Al diablo, voy a subir.” Dijo Marly, y soltó a Alejandro para subir a cubierta. Con ella subió Eduardo. El sonido del relinchar de los caballos se escuchó más de cerca, y el arder de las brasas.

Mau bajó tras Eduardo haber subido, y se dirigió directo al mapa. Por un momento la expresión en su rostro fue la misma de concentración frustrada de Ale, pero entonces se iluminó en reconocimiento.

-“Conozco esa isla. ¡Demonios! ¿Era en China o en Japón que quedaba?” Dijo Mau, pensativo. En cubierta se escuchó a Marly gritar de esa manera cuando su grito es un arma, y los sonidos de Max luchando contra alguien, o algo. Vanessa observaba las caras de hipnótica preocupación a su alrededor, Nati asustada mirando a Javi, Javi preocupado mirando por la ventana, Ale y Mau con el ceño fruncido mirando el mapa, y los sonidos aterradores que rodeaban al Naglfar. Pero entonces ella vio el rostro de Jesús, con los ojos cerrados, relajado, concentrado en una paz intocable, irrompible, y se aferró a esa expresión para mantener el control.

-“¡Ajá, ése es el propio, el archipiélago de Japón!” Le dijo Ale a Mau. “¡El Triángulo del Dragón, en el Mar del Diablo!” Vociferaron ambos al unísono, triunfantes.

-“¡Listo!” Dijo Vanessa. “¡Carlos Javier, despierta ya!” Pero Carlos no despertó. “¡Carlos!” Volvió a gritar Vanessa. “¡Carlos!”

-“Muchachos” Dijo Javier, pero ya no con su expresión de calma habitual, sino en trance, como despojado de su propia voluntad, como si el Javier que existía dentro de él ya no estuviese y sólo quedaba su cuerpo hecho un títere. Entonces Natalia, Ale y Mau siguieron la mirada de Javier y se asomaron por la ventana también.

Acaparando el círculo entero de la ventana se veía el rostro aterrador de un hombre que estaba de cabeza, mirando hacia adentro. Era rubio, con facciones demasiado afiladas y agudas, como si todas sus facciones fuesen de una afilada inteligencia, tan afilada que era fálica, y sus ojos verdes amarillentos tenían una mirada de hambre, de fervor asesino y cruel y astuto y de locura insaciables, y entonces sonrió una leve sonrisa hecha de lujuria pura de sangre. Entonces se escuchó el sonido más espeluznante de aquella orquesta de terror, el sonido del mugir de un toro que se escuchaba gigante, visceral, cavernícola y malvado, como si el núcleo de la maldad en el corazón del hombre hubiese mugido desde el centro del planeta. Vanessa reconoció que estaba sola, con los otros extraordinarios hipnotizados viendo algo que ella mejor no veía en la ventana. El barco se detuvo de golpe como si hubiese encallado en piedras, o en una garra inmensa que lo abarcaba todo, la sonrisa del hombre se hizo más grande, como si él mismo hubiese detenido el barco y el material de toda la obra viva crujía y aullaba mientras el Naglfar se intentaba zafar. Entonces ella miró a Jesús, inmóvil, con los ojos cerrados, y las manos sobre Carlos Javier, recordó que Carlos no había despertado cuando Juan entró de golpe, ni cuando Ale y Mau vociferaron, ni siquiera cuando Marly gritó su estridente grito en cubierta. Los otros estaban batallando arriba con quién sabe qué. Todos atrapados en la telaraña de ese desastre. Excepto Jesús, intocable, inamovible, con las manos sobre Carlos Javier. Y Carlos Javier inalcanzable en su sueño irrompible. El hombre en la ventana comenzó a reír, y el barco a aullar mientras cedía ante la garra que lo quebraba. Vanessa entendió lo que sucedía.

-“¡Jesús, suéltalo que nos vas a matar a todos!” Gritó Vanessa, con esperanzas de tener suficientes fuerzas, y tiempo, para zafarlo.

Continuará

(6ta parte) La Liga de Maracuchos (Y un Colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



VI - El Kiai que cayó en el bosque



Max se adentró con Pedro en el bosque, con un cúmulo de sensaciones que parecían incrementarse a medida que más caminaba, tal vez hacia el centro del mismo. Era un letargo, como una relajación de desear ir más lento, y una frescura en el ambiente como si cada célula de su cuerpo fuese bañada en gotas de aire líquido, fresco y rejuvenecedor. Pedro se detuvo frente a un árbol, y se bajó el overol de mecánico. Ahora quedaba vestido con un par de blue jeans y una franela negra que leía “I survived… Metallica. Bogotá 2010”. Miraba a Max fijamente a los ojos.

-“El kiai que cayó en el bosque.” Dijo Pedro.

-“¿Así se llama la técnica?” Preguntó Max.

-“Sí,” dijo Pedro, y se volvió hacia el árbol, mirándolo y poniéndose a su lado como si fuese un viejo amigo. “Max. Pégale a éste árbol, y dame tu mejor kiai.”

-“Hai.” Dijo Max. Max se acomodó en una pulida y hermosa posición de combate, su rostro dejó su hábito de infantil serenidad de media sonrisa y acogió un ceño fruncido y expresión de suma concentración. Inhaló profundamente, cada vez más fuerte y, entonces, gritó. El kiai de Max abrazó todo el bosque, dejando un largo eco de voz de joven guerrero, un poco verde pero apasionado. La salvaje patada lateral que atinó en el árbol le arrancó unos pedazos al tronco, y su pantorrilla derecha quedó intacta.

Pedro observó pensativo a Max. ‘algunos pedazos al tronco -un poco verde- al menos quedó intacto.’
Cuando fue su turno, Pedro se cuadró en posición de jinete frente al árbol. Se concentró con sus manos en flor de loto, y su expresión de máxima ecuanimidad mezclada con intocable arrogancia -debo disculparme con usted, lector, pero no sé como describirlo en otras palabras- era la expresión de sabañón droga’o más sólida que Max había visto jamás en su vida. Pedró gritó, con voz humana mezclada en rugido, saltó y se lanzó a la tierra con un puño de martillo que atravesó la tierra, dejando un cráter y rodeando a Pedro de polvo. Cuando el polvo se disipó, Pedro sostenía en la mano con la cual golpeó el suelo, un pedazo de raíz que había arrancado del árbol que tenía en frente.

-“El secreto, Max,” Dijo Pedro, mostrándole la raíz que había arrancado, “está en la solidez del carácter.”

-“Pero no puedo poner esa cara de culo que ponéis vos, Pedro.” Dijo Max.

-“¡Solidez! Cero mente.” Dijo Pedro. “Es la mente en una sola cosa. Sin juegos, sin deseos. Trabajo duro, concentración.” Entonces Max intentó concentrarse en no pensar, y en dejar que su rostro adquiriera la solidez que con ello traía. “Y tendrás que hacerlo… estando a prueba. Ninfas bogotanas, ¡ataquen!” Al decir esto, un enjambre de ninfas emergió de los arbustos por doquier. Tenían facciones sobrehumanas, como asiáticas con pecas, cuerpos perfectos, e inclusive una tenía un ojo color púrpura y el otro esmeralda. Todas se amontonaron alrededor de Max y lo observaban divertidas“Ay, pero que monada con este man, mira que parece un chinito,” decía una. “Ush, pero que pena con usted, papito, nosotras si somos descaradas mirándolo así, pero es que estás demasiado divino, provoca masticarte, ¿verdad que sí?” decía otra.

-“Nah, es Jesús el que se excita con los acentos. A mí me recuerdan a mi mamá que es de San Cristóbal.” Respondió Max. La ninfa con ojos púrpura y esmeralda, la que tenía más cara de vándala, le respondió “pues usted pida por esa boquita, mi rey, que nosotras dejamos de hablar y empezamos a hacer.” Al decirle esto, le empezó a hacer cosquillas a Max, y el resto de las ninfas la siguieron.

-“Uy… no… ahí no… Ya va…” Dijo Max, riéndose apologéticamente, tratando de zafarse mientras lo rodeaban. Una de las ninfas le metió las manos dentro de la camisa. “¡Pilas que tengo los pezones sensibles!”

-“¡Solidez, Max!” Rugió Pedro. “¡Solidez!”

Max, para pasar la prueba, se decidió a cerrar los ojos y usar su mente en el esfuerzo de superar las sensaciones que lo abrumaban. Se imaginó a sí mismo en una guerra, siendo un general que monta a caballo, pasando por entres las tropas. Y todos sus soldados lo miraban, con ojos de inseguridad, de miedo, de necesitar ver en el rostro de aquél su general la seguridad de la victoria, la confianza de salir ileso de la batalla, o, en el peor de los casos, la valentía de enfrentar a la muerte con frente en alto y espada en mano. Max consiguió perderse en la batalla de su mente, en el furor del combate, y consiguió, por un par de segundos, la ecuanimidad que se halla al saber que la muerte toca a tu puerta, sin importar en realidad si te lleva o no. Cuando, por fin, Max abrió los ojos, todas las ninfas habían ya desaparecido, y Pedro estaba a su lado, sonriendo complacido.

-“Juan tenía razón,” Dijo Pedro. “Ahora que has dominado tus emociones, Max, es hora de enfocarse en una sola. Es hora de destruir.”

-“Max,” continuaba Pedro, “Vuelve a gritar. Pero esta vez hazlo por algo que te dé arrechera en serio.”

-“¿Cómo que grite por algo que me dé arrechera? ¿Qué grite mientras pego y verga?”

-“Sí. Así de sencillo.”

-“Verga, déjame pensar.” Dijo Max. “Ajá, ya lo tengo, voy.” Entonces se cuadró como antes, y volvió a concentrarse, esta vez con expresión de sabañón droga’o.

“¡Queladillayoqueríaalanin
fadeojosdecolorsitoskiaaaai!” El kiai de Max retumbó en el bosque, y la patada lateral arrancó aún más pedazos del tronco. La pantorrilla de Max no sólo quedó intacta, quedó con deseos de aniquilar.

-“Excelente. Pero puedes hacerlo mejor. Busca dentro de ti.” Dijo Pedro.

-“Esto me está empezando a gustar.” Respondió Max.

“¡Queladillaconcháveztendríatantosjuegosdeplaysinofueraporélyaaaaaah!” Ésta vez Max le sembró una patada lateral, y el suelo tembló un poco debido a que la onda de choque había llegado hasta las raíces del árbol. “¡Nuncahedichoestoanadieperomedaenvidiaconloscuadritosdelnegroobamayaaah!” Y otra vez, la tierra tembló.

-“Lindo. Ahora déjame intentarlo a mí.” Dijo Pedro, quien se acercó a un árbol distinto a aquél con el cual practicaban. Pedro puso las manos gentilmente sobre el árbol y, cerrando los ojos, le apoyó la frente y le habló en susurros. Max entendió que le estaba pidiendo disculpas.

“¡MalditaseaconLuisVilcheznojodaporquétienequepegartanduroelmalditoflacotacasicomojesúsyotengocomotresañoscomiendopastaytodavíanopegoasíyiiiiiiaaaaaaaaah!” El puño de Pedro atravesó el árbol, dejando a Max boquiabierto. Pedro sacó su mano del interior del árbol con dificultad, arrancándole pedazos al tronco y produciéndose a sí mismo algunas cortadas en el brazo. “¿Entiendes?” Le preguntó, dándose la vuelta. Max, sin responderle a Pedro, sabía exactamente qué hacer. Max Dio un salto gigantesco que lo llevó a varias decenas de metros de altura, y se preparó a caer dando un poderoso pisotón con ambos pies, gritando:

“¡Nojodalasmujeressisonguevonasunolesregalasandaliasdebobesponjaynoteparanbolaslasmarditasloquequierenesunhombrequelastratemalqueladilla¿porquelavidanopuedesertansecillacomotekkencuandojesúsnovapalacasa?waaaaayaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

Con la técnica del pisotón de Max, el cráter resultante era mucho más grande que aquél dejado por Pedro, quien, entre la nube de polvo y escombros se le acercaba, tosiendo y riendo al mismo tiempo. En las orillas del cráter se veían las raíces de los árboles que habían quedado tras el desastre, y Max tendría varias de ellas de dónde elegir para darle un manojo a Pedro. Él había superado en creces la técnica original que su maestro le había mostrado.

-“Ja ja ja, creo que estás listo.” Dijo Pedro con una risa contundente y resonante. “Es hora de volver.”

Pedro y Max caminaron de vuelta al taller, conversando mientras caminaban, ambos muy satisfechos. Max entonces sintió un envejecimiento abordándolo. Sus extremidades, aún cuando sobrehumanas, fueron perdiendo la mágica frescura generada por el bosque. Desde donde estaba, a ya llegando a las orillas del bosque, pudo ver a los muchachos conversando exactamente como los había dejado. Luego le sucedieron cosas cada vez más extrañas. A sus espaldas, de vuelta en el bosque, escuchó el eco de un grito, el cual estaba seguro era el kiai de su propia voz, pero distorsionado, rebobinado y metalizado. Seguidamente escuchó el eco de dos hombres conversando, y risas de mujeres con voces mágicas. Tras la extraña experiencia con Pedro, sentía que darse la vuelta y ver de dónde venían los sonidos, sería una clásico caso de “la curiosidad mató al gato”. Como hombre extraordinario él había visto muchas cosas que seducían el hambre de la mente y el cuerpo para matar y, aún cuando las ninfas no parecían ser unas medusas, en el mejor de los casos no quería mostrarse débil de carácter ante su recién encontrado maestro de los gritos marciales, quien caminaba siempre hacia el frente, sin titubear, como si tal vez no los escuchara. Pero ya saliendo del bosque, la curiosidad obtuvo lo mejor de él y se dio la vuelta. Al hacerlo, pudo ver su propia espalda y la espalda de Pedro mientras ellos, o unas copias de ellos, se adentraban en el bosque, con el detalle de que Pedro todavía tenía el overol puesto.

-“…Los pueden seguir si quieren,” escuchó Max a Juan decirle a la tripulación.

-“Pero no vamos a entender lo que Pedro le va a enseñar a Max, ¿cierto?” Le respondió Carlos J.

-“Exacto.” Dijo Juan.

-“A verga, a que yo sí entiendo.” Dijo Alejandro, y parecía estar a punto de adentrarse al bosque, cuando repentinamente él se consiguió a Max justo en frente y se detuvo en seco. “¿Qué fue, Max, te rajaste?”

-“¿Qué si me rajé de qué?” Preguntó Max.

-“¿Marico no vas a entrar?” Preguntó Carlos. “¿Qué haceis devolviéndote?” Max miró a Pedro

interrogante, sin entender. Pedro, por su parte, miró a Juan Diego y “Listo” le dijo. “Nos vamos” le dijo Juan Diego a los demás, entendiendo perfectamente la situación.

-“Hijos míos” dijo Pedro. “Antes de que se vayan, hay algo que quiero se lleven.” Pedro le lanzó unas llaves a Max. CAMARO decía el llavero.

-“¡Mojón!” Dijo Max.

-“Créeme que lo necesitarán” Respondió Pedro.

Sin dos pedidas, Max, Jesús, Alejandro y Carlos Javier se montaron en el Camaro Amarillo del 76. “Marico, tienen que entrar en ese bosque uno de estos días” les dijo Max, arrancando el motor.

(5ta parte) La Liga de Maracuchos (Y un Colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



V – Demasiado Alfa



El Naglfar había llegado a la sucursal de Maracaucho en Bogotá, sobre la cual flotaba a escasa distancia del techo. Antes de que Mau pudiese anunciar que la tripulación había de bajarse, el capitán Juan Diego saltó desde cubierta. Juan Diego cayó varios metros en un salto que debía de seguro lastimarle algún hueso, pero antes de que Ale pudiera decir “maldito coñito te mataste ya por arrogante”, Juan Diego hizo wavedash cuando estaba por tocar el suelo y siguió caminando ileso tras glitchearse considerablemente, lo cual era visto como una hazaña admirable entre los de su especie. El resto de la tripulación bajó utilizando sus respectivos superpoderes, y siguieron a Juan Diego hacia el interior del taller.

La tripulación vio a Juan acercarse a un auto que estaba siendo reparado. Debajo de este, salían las dos piernas del mecánico reparándolo. Eran piernas gruesas, de tez blanca y pelitos catires que se movían un poco según los movimientos del mecánico que las portaba. Juan Diego le habló al mecánico, aparentemente reconociéndolo sin necesidad de ver su rostro.

-“Por ahí me contaron que mi hermano te ganó 46-0 en tekken la última vez que jugaron.” Dijo Juan Diego. De repente las piernas se dejaron de mover, el mecánico había cesado su trabajo. “¿Sabéis que yo le gano a él con una mano porque estoy usando la otra pa mearle encima, verdad?” Al decir esto, el mecánico se rodó desde bajo el carro hacia afuera y, lentamente, se puso de pie. Era corpulento, de cabello corto, rubio, con un corte estilo militar, aproximadamente de la estatura de Carlos Javier, pero mucho más ancho. Sus ojos pequeños no denotaban expresión alguna excepto la de escarmiento, y ahora escarmentaba el rostro de Juan Diego. Frente a frente, se miraban el uno al otro, sin titubear, dando la sensación de que en cualquier momento un golpe saldría en dirección del rostro del otro. Pero el mecánico, a pesar de ser mucho más grande que el capitán, parecía respetar su espacio y su porte. Después de un largo y tenso silencio era, por supuesto, Nati, quien tenía que romper el hielo.

-“¿Mi alma qué hacemos en el taller de Pedro Alejandro en Bogotá?” Preguntó Nati. El mecánico, Pedro Alejandro, entonces viró a sus espaldas, con sus movimientos lentos, fuertes y controlados, para ver a toda la tripulación de la cual él no se había percatado.

-“Cierto, ¿Qué hacen en el taller de Pedro Alejandro en Bogotá?” Preguntó Pedro Alejandro, sarcásticamente hablando de sí mismo en tercera persona, volviendo a mirar cara a cara a Juan Diego. Su voz era fuerte, dominante y varonil, con una facilidad para alcanzar notas bajas y altos volúmenes sorprendente, que fácilmente hubiesen intimidado a cualquier otro. Entonces Juan Diego hizo un movimiento con la cabeza, señalando en dirección a Max.

-“Necesitamos que le enseñes tu secreto a Max.” Dijo Juan Diego. Pedro Alejandro viró de nuevo, mirando con su rostro de piedra a Max, rostro el cual asomaba un dejo de incredulidad y sospecha.

-“Max no está listo.” Dijo Pedro Alejandro, con su expresión inmutable en el rostro, sin haber inspeccionado mucho a Max.

-“De bolas que no está listo. Tiene que aprender tu secreto.” Dijo Juan Diego, inmutable también.
-“No. Max no está listo ni siquiera para empezar a deletrear la técnica.” Dijo Pedro Alejandro.

-“Inténtalo.” Le dijo Juan Diego. “Sólo los perdedores no se atreven a intentarlo.” Pedro Alejandro miró a Juan Diego como que casi iba a abrir los ojos, pero eran tan pequeños que no se sabía si era indignación ante lo que le habían dicho o simplemente que no veía. Tras pensarlo, Pedro Alejandro se le acercó a Max, meditabundo.

-“Max, hay una regla que tienes que seguir si deseas aprender lo que te puedo enseñar, ¿está claro?”

-“Hai” Dijo Max, poniéndose en posición firme.

-“No puedes usar nada de lo que te enseñe para impresionar a ninguna mujer. Nunca… Jamás… En la vida.” Dijo Pedro Alejandro. Max se relajó y rió mucho, creyendo que era un chiste. Entonces Max se dio cuenta de que era en serio, y se enderezó, poniendo las manos en la cabeza.

-“Maldición…” Dijo Max, pensándolo, rascándose la cabeza. “Estemmm…” Pedro Alejandro entonces dio su caso por comprobado y caminó de vuelta al taller sin esperar respuesta.

-“Te dije que no estaba listo.” Dijo Pedro A al pasar al lado de Juan Diego. Juan Diego entonces se cruzó de brazos y miró fijamente a Max, decepcionado, diciéndole con el rostro “¿Qué esperas? ¡Anda a convencerlo!”

-“Oh, ok,” dijo Max, y trotó en busca de Pedro Alejandro.


Detrás del taller, Max y el resto de la tripulación habían seguido a Pedro Alejandro hasta un jardín con unos árboles de madera muy húmeda, y de tronco grueso, como un pequeño bosque. Entre la pared trasera del taller y el cuasi-bosque, Pedro A ahora le dedicaba su atención a un Chevrolet Camaro amarillo, modelo 1976, al cual le reparaba la puerta.
-“Hey qué arrecho” Dijo Max, “Un Camaro amarillo igualito al de--”

-“Max, esto es como urgente, ¿sabes?” Lo interrumpió Javi. “No hay mucho tiempo para merodear en los arbustos. Ve al grano.”

-“Max.” Dijo Pedro A con su voz rasposa, voz de estar haciendo un esfuerzo físico mientras hablaba, sin quitarle la atención al auto. “Si no puedes controlar tus emociones alrededor de las mujeres, ¿Cómo piensas controlar tus emociones para lograr la concentración que requiere la técnica?”

-“Tiene que hacerlo, como sea.” Dijo Nati. “Por que no se trata de él. Se trata de algo más grande que él.”

-“¿De qué está hablando la Nati?” Preguntó Pedro A, asomándose desde el interior del carro con repentino interés.

-“A Joe lo secuestraron unos orcos gay.” Dijo Carlos J. En ese momento, la cara de Pedro A tuvo más emoción de lo usual.

-“¿Cuán gay son?” Preguntó Pedro A.

-“Más gay que paso de cebra.” Dijo Eduardo Valbuena.

-“Ja ja ja, ésa me gusta.” Dijo Pedro A.

-“Más gay que Patrick Swayze, que en paz descanse, tan bello.” Continuó Eduardo.

-“Lol. Sí, era lindo, pero tan gay.” Dijo Vane. “A mí me gustaba, tenía que ser gay.”

-“Más gay que ir a Starbucks.” Dijo Eduardo “Es más, más gay que ser barista de Starbucks. Más gay que un unicornio eructando arco irises. Es más, Más gay que esto:”

http://www.streethop.com/forum/our-block/4781-picture-joke-whats-gayer-than-michael-jackson-boy-scout-meeting.html

-“Ay, dios.” Dijo Marly, pestañeando tras haber bajado la mirada. “No miré, no miré, no vi nada, no, no, no”.

-“Ya, Eduardo. Comprendimos la idea. Suficiente” Dijo Jesús, boquiabierto y estupefacto.

-“Hey. You ok, boss?” Dijo Alejandro, poniéndole una mano a Jesús en el hombro, entre risas de pulgoso. “¡Maldita sea con la foto, pal facebook de jeta, ja ja ja!”

-“Sí, Eduardo, gracias, ya comprendimos.” Dijo Pedro A.

-“En fin,” dijo Max. “El punto es que a Joe lo secuestraron, o sea, él está en peligro. En realidad no importa si yo esté listo o no, o sea lo suficientemente maduro o fuerte, el asunto es que él lo necesita. Esto no se trata de mí, se trata de él.” Al decir esto, Pedro miró a Max con una expresión distinta, pensativa, sin tanta sospecha.

-“Está bien, pero con dos condiciones.” Dijo Pedro A, quien se bajó del carro y caminó hasta donde estaba Vane. Ella, al verlo acercarse, se puso tan nerviosa como se pone cada vez que se le acerca un catire.

-“Pero… yo… ¿por qué?... ya va…” Dijo Vane.

-“Primera condición…” Dijo Pedro A, y le comenzó a susurrar algo al oído a Vane. Mientras le susurraba, por primera vez Pedro A mostraba el asomo de una sonrisa. Vanesa, al escuchar, soltó una carcajada. Las carcajadas de Vanesa eran fáciles de describir, era la carcajada de una tía ebria, que se estaba echando los cuentos con mamá a la 1 am, hora bastante tardía en la noche para tías viejas con voz rasposa.

-“¡Oh sí, ja ja ja, oooh sí, seguro que sí, eso va!” Dijo Vane.

-“¿Segura que lo puedes hacer?” Le dijo Pedro A, con mucha seriedad, mirándola a los ojos.

-“¡Ufff, eso iba así tú lo pidieras o no! Ve que ahí te lo dejo.” Dijo ella.

-“¿Palabra de colombiano?” le preguntó Pedro.

-“Palabra de colombiano.” Le respondió Vane.

-“Palabra de colombiano” siguió Javier. “A lo que sea que hayan dicho.”

-“La segunda condición,” continuó Pedro A. “Es que si por alguna casualidad, alguno de ustedes ve que Max siquiera empieza a empezar a pensar en utilizar alguna de mis técnicas para asombrar a una coña…” Pedro A. decía con voz de amenaza. Antes de que terminara, ya los miembros de la tripulación estaban balbuceando cosas al respecto. “No te preocupes… nosotros lo compondremos… algo haremos…” Hasta que de repente Ale dijo algo que los calló a todos.

-“Tranquilo. Cualquier verga le echamos a Nati berserkeada pa que lo mate a coñazos.”

Entonces toda la tripulación se lo quedó mirando, sorprendidos de cómo Ale lo había sentenciado sin pensarlo mucho. Max se limitó a tragar grueso.

-“Exacto.” Dijo Pedro A. “Max. Tú ven conmigo.” Él y Max se adentraron en el pequeño bosque detrás del taller.

-“¿Los seguimos?” Preguntó Marly.

-“Los pueden seguir si quieren,” dijo Juan.

-“Pero no vamos a entender lo que Pedro le va a enseñar a Max, ¿cierto?” Dijo Carlos J.

-“Exacto.” Dijo Juan.

-“A verga, a que yo sí entiendo.” Dijo Alejandro, y salió tras ellos pretendiendo caminar como ninja.

(4ta parte) La Liga de Maracuchos (Y un Colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



IV - La vida secreta de seres extraordinarios




El viaje desde París hasta Bogotá, a la velocidad del Naglfar, tomaría sólo un par de horas. Parado bajo el casco del barco, patas arriba, y desafiando a la gravedad, se encontraba Javi, disfrutando la vista. Javi se quitó su sombrero y dejó que la brisa batiera su cabello con la estrepitosa fuerza generada por estar volando a más de mil kilómetros por hora. Y sí, con esta fuerza, el cuerpo de Javi debería haber salido despedido al aire como un vaso de cerveza en juego de Magallanes, pero su gran poder, y su gran nostalgia, era que la única parte de él que era afectada por la gravedad, por el viento, y por quién sabe cuántas cosas más, era su cabello. De resto, él era inmune a muchas cosas, inclusive cosas que le quedaban por descubrir, inmune a las fuerzas que movían a los demás, inmune a las sensaciones que lo habrían hecho uno más del grupo, y así, la inmunidad le otorgó una particular especie de soledad, como la inamovilidad hizo con el buda. Javi, aún entre seres extraordinarios, se sentía enajenado, distinto, extraño. Por supuesto, ver las cosas desde afuera, como él lo hacía, le permitía percibir perspectivas, vistas y panoramas únicos, que sólo él podía entender. Pero a veces, entender demasiado, es un peso demasiado grande. Uno que no puedes soltar, aún cuando más lo deseas.

Javi se puso nuevamente el sombrero y se paseó, lentamente y con las manos en los bolsillos, por un lado del casco del barco, hasta llegar a cubierta. Allí vió a Vanessa armándole una alharaca a Alejandro, de repente por el arranque de testosterona que había tenido con Juan Diego, y de repente lloraba porque no quería ir a Bogotá, y que si veía un gato, se iba a infartar. Más allá, al otro extremo de cubierta, estaba Natalia, viéndose algo desagradada, con las manos juntas y el cuerpo achicado. Javi caminó hacia ella. Mientras más se acercaba, notó lo sublime que se veía montada sobre el barco, mirando hacia las nubes que le hacían fondo. Su figura curvilínea siempre la torneaba como una mujer profundamente sensual, y a la vez tan sensible, tan llena de ternura y compasión. Sus cabellos rebeldes de ama de casa, haciendo el baño mientras los niños gritan, se le hacían hermosos al juntarlos con las traviesas líneas de su cara, su sonrisa tierna, sus expresivísimos ojos, y sus cachetotes de bebé adorable.

-"¿Qué tienes amor?" Le preguntó Javi, ya a su lado. Nati entonces inhaló y abrió la boca, a punto de decir algo, y arrugaba la cara como que no estaba muy convencida de decirlo, y sus ojos desavariaron hacia arriba y hacia un lado, pero eso era bastante normal en ella. Javi esperó, sabiendo que Nati tardaba en elaborar respuestas a veces. Respuestas un poco locas, a veces, pero ésta a continuación lo sorprendió particularmente.

-"Es que..." Dijo Natalia, haciendo gestos de italiana con sus manos, suspirando. "Es que... o sea... hay mucho diálogo," Dijo finalmente. "Puro hablar pendejeras, y no pasa nada. Loco o sea, no pasa nada." 'Nada', decía Nati, con los ojos hacia cualquier parte, y las manos italianísimas. "Es puro hablar." Concluyó, encogiendo un hombro y dejando el otro un poco más abajo.

-"Bueno, pues, ¿qué esperabas amor? Nosotros nos la pasamos hablando pistoladas cuando no ha sucedido nada importante. Ahora que nos toca salvar al mundo, ¿qué vamos a hacer? hablar pistoladas sobre salvar al mundo." Dijo Javi.

-"Y todo es bonito, y el barco es bonito, y tú eres bonito, pero no pasa nada, Javi. Nada." Respondió Nati, como si Javi no hubiese dicho nada. Pero Javier entendía que ése no era el asunto, no era que Natalia no lo escuchara, sino que el cerebro de Natalia piensa muchas cosas, una detrás de la otra, y muchas de ellas no son agradables, sobre todo para sí misma. Entonces Javi se preguntó si ella era capaz, como algunos de los extraordinarios, de ir más allá de la cuarta pared. Se preguntó si ella estaba pensando en que era parte de una historia, y si ella estaba pensando en que sería mejor si ella la escribiera. Pero Javier no podía decir nada respecto a la cuarta pared.

-"¿Sabes, Nati? Comparar a los demás, es criticarlos al mismo tiempo. Y criticar a los demás, es criticarse a uno mismo." Dijo Javi, mirando al horizonte a su lado. "Y cuando te criticas a ti mismo, te abandonas por completo. Por que cuando no te apoyas a ti mismo, es peor que no tener a nadie. Ni siquiera te tienes a ti. No importa cuanto te apoyen los demás."

Natalia se quedó inmóvil por unos momentos. Ella sabía que no terminaba de entender lo que Javier le había dicho, pero sabía que algo había cambiado dentro de ella y, lo más importante, sabía que esas palabras ella las podría usar de ahora en adelante, y serían su arma secreta contra las propias trampas de su mente. Ella entonces se irguió, tomó a Javier de los hombros para que ambos de sus cuerpos estuviesen frente a frente, y le dió un beso tierno, suave y lento. El beso terminó con ella posando sus brazos alrededor de sus costados, y su cabeza en su pecho.

Javier metió las manos en el cabello de Nati y apretó las mejillas del rostro de ella contra su propio pecho. Luego miró por encima de ella, hacia el horizonte. Allá, en la proa del barco, estaba Jesús, dándole los 'two thumbs up', con su sonrisa de oreja a oreja, y los ojos casi cerrados en felicidad, sentado en posición de loto. Javi sonrió, y separó a Nati de su pecho para mirarla a los ojos, y justo cuando iba a hablarle, fue interrumpido por Mau Sinquija'a, quien se aclaraba la garganta.

-"Eh Ehm, Señoras y señores," Dijo Mau, sonriendo. "Bienvenidos a la sucursal Bogotana del Taller Maracaucho."

Continuará

(3ra parte) La Liga de Maracuchos (Y un Colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



III - El primer Maestro



En el capítulo anterior, los miembros de La Liga lograron salvar a Marly a través de una maniobra espeluznante. La celebración que le siguió a esta hazaña no duró mucho, puesto que ignoraban completamente su destino, entonces ellos comenzaron a discutir e inclusive llegaron a delirar respecto al hecho de que ellos no eran sino personajes en una historieta. Finalmente, en búsqueda de respuestas, Mau les presentó al capitán del barco que navegaban: Juan Diego Rangel.

-"¿¡Quéeeeeeeeeee!?" Exclamó Natalia, con sus manos extendidas hacia Juan Diego, en pose de italiana vendiendo frutas, o como gorda de ópera cantando una nota muy alta. "Je je je je jeeee." rió Carlos J. con su risa, mezcla entre Budai y el mono Rafiki del rey león. "No, mareeehco." Dijo Alejandro.

-"Mirá ¿y a vos quién te nombró capitán del barco, muchacho?" Le preguntó Alejandro con su tono particular a Juan Diego. Porque Alejandro era un personaje con un tono muy particular para hacer preguntas, era una mezcla entre gentileza de novela caballeresca, y el tumba'o vocal que se acentuaba al final de la pregunta en cuestión, característico de los maracuchos buseteros. Era fácil entonces imaginarse a Alejandro bajándose del carrito por puesto, sacar su corcel blanco del maletero dándole dos golpes secos a la lata, y cabalgar hacia el atardecer hasta su casita en cumbres de Maracaibo. Sin embargo, la pregunta que él le había hecho a Juan Diego era un claro desafío, aún cuando era uno sutil. Mau abrió los ojos sorprendido, y pasó de mirar a Alejandro, a mirar a Juan Diego.

-"¿Y quién va a capitaniar?" le preguntó Juan Diego. "¿Vos?"

-"Sí." Dijo Alejandro, con un gesto microscópico de alzar los hombros, -pestañeando- repetidamente con sus diminutos ojos.

-"Ahh, ta bien. ¿Sabes pa donde tenemos que ir?" Preguntó Juan D.

-"Sí," respondió Alejandro.

-"¿¡Sí!? ¿Pa' donde?" Preguntó Juan. Alejandro -pestañeó- dos veces.

-"Para Rupunia." Dijo Alejandro.

-"Exacto." Respondió Juan Diego. La tripulación quedó boquiabierta. "¿Y cómo piensas atravesar la pared?" Le preguntó a Alejandro. Alejandro parecía estar pensando la respuesta.

-"¿Y si sho le grito a la pared y se rompe?." Preguntó Marly, con las manos juntitas torciendo la cadera de un lado al otro.

-"Tú puedes, Marly, el problema es que muy en el fondo tú crees que no puedes." Dijo Jesús. "Así nunca lograremos entrar. No importa lo que eres, importa lo que crees que eres." Al escuchar esto, Marly bajó la cabeza y se encogió de hombros. "Sí, supongo que tienes razón," dijo ella.

-"Bah, ya va a venir Jesús con sus vainas de jeva zen," Protestó Alejandro. " Le decimos a Max que venga, le meta un buen jetazo a esa pared y ya."

-"¡Claro!" Dijo Vanessa. "Y listo, adiós pared del coño. Max, ¿Te animas?"

-"Ehh, Bueno..." Dijo Max. "Yo lo puedo intentar, digo yo. No sé."

-"No. Max no está listo." Dijo Juan Diego.

-"Mi alma." Dijo Max. "¡¿Y si lo estoy?!" Le respondió desafiante a Juan Diego. Juan Diego, por su parte, lo miró con su mirada de aquél-quien-no-debe-ser-no
mbrado.

-"Tá bien, no lo estoy." Dijo Max, bajando la cabeza y encogiéndose de hombros.

-"Mierda, yisus," Dijo Eduardo. "Tú y tu hermano son sexys, pero que nunca los contraten para un seminario de self-help, por favor."

-"Algo me dice que los Rangel van a jugar un papel muy importante en esta historia." Dijo Natalia. En ese momento, se escuchó una voz parecida a la de Navi, el hada de Zelda, salir desde el interior del cuerpo de Carlos Javier.

-"¡Ego-Trip!" Dijo la voz. Todos miraron extrañados a Carlos J.

-"¡Me estreso! Eso pasa." Dijo Carlos Javier apenado. Los demás decidieron no prestarle mucha atención.

-"Pues entonces, ¿Qué sugieres, Juan?" Preguntó Javi. "Hacia dónde vamos?" Juan Diego entonces miró a Mau Sinquija'a con determinación, y se le acercó para hablarle al oído. Mau, a su vez, se hincó hacia él para escuchar atentamente lo que le decía. Cuando terminó de hablarle, Mau tenía en el rostro una expresión de estar muy extrañado.

-"Hmm..." Dijo Mau. "No puedo esperar a ver cómo rayos metemos un barco volador en un taller de autos, pero, ¿Qué haremos cuando estemos ahí."

-"Max conocerá a su verdadero maestro." Dijo Juan Diego, mirando fijamente a Max. Luego abrió la puerta y se devolvió a su camarote.

-"Bueno, muchachos, ya escucharon al hombre," dijo Mau, tomando el timón y haciéndolo girar. "Próxima parada, Bogotá."

Continuará

(2da parte) La Liga de Maracuchos (Y un Colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



II - El Capitán del Naglfar




En el capítulo anterior, nuestros extraordinarios maracuchos, a bordo del mítico navío vikingo llamado Naglfar (Na-guhl-far) que sobrevolaba los cielos buscando reunir a los miembros de la liga para una nueva aventura, se zambuyeron hacia tierra a la velocidad de una montaña rusa para rescatar a Marly, quien había sido desconcentrada del vuelo que producía su canto, y ahora iba en caída libre chillando sopranísticamente.

-"¡Maameeeeeh!"Gritó Alejandro, alargando la "eh" en "mami" (¡?), mientras el barco iba en picada, habiendo Mau Sinquija'a estabilizado la caída para que el barco y Marly fuesen a la misma velocidad. Casi todos los miembros de la tripulación se agarraban dificultosamente de alguna parte del barco, sus pies y sus ropas batiéndose al aire por encima de sus cabezas. La única excepción era Javi, quien, inalterable por la fuerza de la gravedad y por el viento (y por otras cosas más), caminaba por el casco del barco como un hombre caminando por una pared, con las manos en los bolsillos y el sombrero de copa todavía en su lugar.

-"¿Quihubo Marly?" Dijo Javi, caminando por la sección del barco más cercana a Marly. Ella lo miraba con sus redondos ojos muy abiertos, respirando como mujer que da a luz, ventilándose el rostro con las manos, moviéndolas como abanicos de señora. "¿Sabes? Creo que sería muy buena idea si intentas relajarte y empiezas así como a cantar. ¿Sí o qué?" Le sugiró tranquilamente.

-"¡Eeeeek! ¡Aleeeh, quítamelo!" Gritó Marly desesperada.

-"¡Javi, mardito, dejá la vaciladera y agarrála, ¿qué guevonada es?" Vociferó Alejandro.

-"No es así tan sencillo, en realidad. Porque si yo vengo y toco a alguien, y esa persona està cayendo, entonces empezaré a caer yo también." Respondió Javi.

-"¡Que mojón! ¿Cómo hacéis con el sombrero entonces? Lo estáis tocando y no se está cayendo." Respondió Ale.

-"Sí, pero eso es distinto." Respondió Javi.

-"¡Dejen de discutir superpoderes, coño!" Gritó Nati.

-"Exacto." Dijo Javi. "No es no. ¿Sí o qué?"

-"Sí." Dijo el resto de la tripulación.

-"Que no." Respondió Javi, con impaciencia.

-"Está bien" Gritaron casi todos, excepto los más -lentos- de la tripulación, quienes todavía gritaron "Sí", (Pilas fue Carlos J. solamente).

-"que nooo, dije." Respondió Javi al haber escuchado el sí de los más -lentos- de la tripulación.

-"¡Joder al coño con todoj ujtedej!" Gritó Ale. "¡Mau! ¡Do a Barrell Roll!"

-"Alejandro." Acotó Mau Sinquija'a tranquilamente, agarrándose del timón luego de colocarle una palanca que lo trancaba fijo en su lugar. "Por favor dime que no me has visto cara de saber hacer una maniobra de 64 en un navío vikingo gigante."

-"¡Molleja 'e fácil, a que voy yo y la hago!" Gritó Ale.

-"Ay coño 'e su madre con Alejandro y la testosterona, verrrjjga." Se lamentó en voz baja Vanessa.

-"¡Maax! ¡Alee!" Gritó Jesús, quien estaba abrazado al mástil, intentado llamarles la atención. Cuando Max y Alejandro miraron a Jesús, él estaba sosteniendo una cuerda entre sus brazos, y los miraba a ellos y miraba la cuerda y los volvía a mirar como queriendo decirles algo. Entonces compartieron miradas los tres y, habiendo jugado video juegos juntos hasta la inconsciencia, no hacían falta palabras para que entre ellos entendieran la maniobra que Jesús proponía. (Mau entendió porque él entiende física cuántica)

Fue así como sigue a continuación, simultáneo, eficiente, y ejecutado con precisión de ballet ruso. Jesús soltó la cuerda, la cual empezó a alargarse con la caída. Mau quitó la palanca y se soltó del timón, golpeando su espalda contra la entrada al camarote del capitán. Alejandro se impulsó con sus pies desde la baranda del barco y se dio un (madre coñazo, pero eso es lo dél) contra el timón del barco, y lo giró como ruleta rusa, comenzando el barco a dar un giro de 360º alrededor de Marly. Max se impulsó también desde la superficie del barco usando sus pies, con la diferencia de que él fue en dirección de Marly. Entonces, Max llegó a Marly al mismo tiempo que lo hizo la cuerda guiada por el girar del barco. Max abrazó violentamente a Marly y tomó a la cuerda en el momento en el que Ale ya estaba volviendo a enderezar el barco horizontalmente debajo de ellos dos y, por fuerza de gravedad, al terminar la maniobra, Marly cayó encima de Max sobre la cubierta del barco. Al terminar, todos aplaudían y se felicitaban los unos a los otros, alegres y aliviados.

Alejandro caminaba hacia Vanessa con meneo de sobra'o, sonrisa de oreja a oreja, los ojos chiquitos y los brazos abiertos como rapero exitoso-"¿Véis mami, que si pude?" Le dijo, para luego abrazarla, riéndose con su risa que empieza como la de Pulgoso y termina como la de Mel Brooks.

-"Gracias Max, gracias, gracias, gracias." Decía Marly, besándole los cachetes a Max, todavía encima de él.

-"Ehm, Marly, estem." Dijo Max. "creo que estás encima de mi, y parece, parece, digo yo, que creo que me disloqué el hombro."

"Ay, Sorry" Dijo Marly, poniéndose de pie. Max se incorporó tras ella, y la tripulación notó que él ahora tenía su hombro casi encima del pecho. Entonces Max se dirigió hasta el mástil y se golpeó el hombro contra la madera hasta que volvió a su lugar, lo cual tomó cerca de 4 a 5 brutales movimientos, sin que Max soltara al menos un quejido. Hecho esto y con cara de satisfacción, Max se dirigía de nuevo a las galeras donde los muñecos remadores estaban jugando play, cuando se percató de que todos lo miraban con asombro.

-"¿Qué?" Dijo Max, alzando los hombros.

-"Marico, o sea, hasta a Mel Gibson le dolió esa verga, así. Estás mal, Max, estás mal." Dijo Eduardo Valbuena, incrédulo.

-"Mi alma, normal." Respondió Max, torciendo la boca hacia abajo.

-"¡HeEey, Eduardo estaba aquíì!" Dijo Nati. "¡Se me había olvidado!"

-"Sí mija, y obvio que a Jesús también, o sea, no me puso ni un diálogo cuando estábamos cayendo. Ve que yo hubiese gritado más que Ana, si estuviera aquí."

-"Hey, verdad." Dijo el Javi. "¿Y Ana por qué no está aquí con nosotros?"

-"A que va Ana es un quest. Yo voy a que Ana va a ser un quest." Dijo Max.

-"Seeeh jee jeeeh," dijo Carlos, con su risa de Budai. "Conociendo a Jesús, conseguir a Ana va a ser un quest, y fijo me va a tocar a mí."

-"¿Marditos, ustedes no piensan empezar a respetar la fourth wall, y verga?" Dijo Jesús.

-"Muchachos, pero ajá, ya va, hablando ahora en serio, ¿Qué vamos a hacer?" Dijo Marly, ignorando el comentario de jesús. "Que vamoj hacé?" Dijeron todos en colombiano al unísono.

-"Verga,--" Dijo Carlos, haciendo una pausa.

-"Seguí haciéndote el guevón mardito, que tus delays son bien arrechos también." Le interrumpió Jesús. Carlos, en efecto, se hizo, y siguió hablando como si nada.

-"Je je je. Verga, conociendo a Jesús.--"(pausa)

-"Verga mijo conociendo a Jesús," le interrumpió Vanessa, "ésta va a ser una verga así toda romántica que cada uno va a buscar a su media naranja van a matar al dragón y todos van a ser felices para siempre y yo voy a terminar como una vieja solterona con 129348 gatos tomando té en Bogotá."

-"Demonios, verdad que Vanessa habla sin comas, de repente." Dijo Javi, pensativo.

-"Gatos, no. ¡Pollos!" Dijo Nati, emocionada.

-"Ve, tipo, yo no sé como va a terminar esta vaina," dijo Alejandro, riendo . "Pero una vaina va fijo. Jesús, de aquí al final de la historia, me va a chalequear con un coño disfrazado del guasón. Aunque sea una vez lo hace. Ese coño no se aguanta."

-"Ja, ja, ja" Marly rió. "Bueno, yo tampoco sé qué va a pasar,sólo sé que no puedo esperar a probar hasta donde llegan mis superpoderes." Dijo a Marly en tono parsimonioso de princesa disney.

-"Claro Marly, está bien, yo te entiendo. Los superpoderes y la marihuana y el éter y la guevonada, y todos fumamos arguile y nos metemos tres porros. Pero ajá, yo necesito saber hacia dónde voy, yo no quiero ser una vieja solterona. Yo tengo una hija. Yo no puedo estar metida en este barco toda la vida. Yo necesito saber a dónde hay que ir." Dijo Vane.

-"Bueno," dijo Mau Sinquija'a, como dice cuando obviamente sabe algo que los demás no. "¿Por qué no le hacen esa pregunta al capitán del barco?"

Mau Sinquija'a, de espaldas a la puerta del camarote, le dio dos golpes con la base de la mano, para luego alejarse de ella y cruzar los brazos mirándola, expectante. Segundos después, la puerta se abrió como por sí sola. Sólo oscuridad se veía a través de ella, y todos los tripulantes del barco observaban muy atentos. Se escucharon pasos del otro lado, el correr de telas, el manejar y tumbar de cosas por alguien en medio de la oscuridad. Entonces, vestido en boxers y franela blanca, con las piernas peludas, rascándose una nalga con una mano y frotándose el ojo con la otra, medio dormido y encandilado por la luz del sol, salió del camarote... el capitán del barco: Juan Diego Rangel.

-"Loco, ¿no sintieron así como turbulencia?" Dijo Juan Diego.

Continuará