domingo, 5 de junio de 2011

Quizá

Quizá lo bello no sea frágil por peligro a romperse,
Sino por la costumbre implacable que no pierde
de retornar horrendo, de recular tan fuerte.

miércoles, 1 de junio de 2011

Pirotecnia de la lengua

No había nadie en el poema
Sólo el beso francés de una prostituta

sábado, 28 de mayo de 2011

II -- (ó concierto al aire libre)

Nubes preñadas de orquídeas
alas de fuego que se ignitan
y despegan
Con los gemidos del cello
pájaros iridescentes
vuelan
mueren
dejan la lluvia caliente


(Comentarios: quiero saber si la parte de "y despegan" es necesaria. No me decido entre "con los gemidos del cello" y "que se ignitan//en el vientre del violoncello". Si el título es necesario o se intuye... el final era "Que vuelan y mueren//Y dejan la lluvia caliente) 

Un(1) Policía y un(1) yo

Un(1) Policía y un(1) yo


POLICÍA : Esto es propiedad privada, señor. No puede estar sentado aquí todo el día. ¿Lo puedo ayudar en algo?
YO: Espero a alguien
POLICÍA: ¿A quién?
YO: A Godot
POLICÍA: ¿¡A quién!?
YO: A Godot
POLICÍA: No hay ningún Godot por aquí.
YO: ¿No lo conoce?
POLICÍA: No.
YO: Yo tampoco.
POLICÍA: ¿Qué hace usted aquí, entonces?
YO: Él dijo que vendría.
POLICÍA: ¿Dónde?
YO: En las escrituras.
POLICÍA: No, ¿dónde se verá con él?
YO: Junto al árbol
POLICÍA: No hay ningún árbol por aquí.
YO: Ya esperé junto a todos. Godot nunca llegó.
POLICÍA: ¿y si mientras usted esperaba junto a un árbol, él estaba junto a otro?
YO: ...
POLICÍA: ...
YO: ...
POLICÍA: Señor... ¿Señor? ... ¿A dónde va, señor?
YO: Al bosque

Denle duro

martes, 26 de enero de 2010

(11ava parte) La Liga de Maracuchos (y un colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



XI - Viaje adentro



(Para los lectores quienes no lo saben, pueden dejar Ctrl presionado y mover la rueda del mouse hacia arriba, para así hacer zoom y que la letra del face no ultraje vuestros preciados ojos)

Soundtrack


Ahora el Naglfar se disponía a atravesar la frontera entre el mundo conocido, y el mundo de Rupunia. ‘¡Avanti!’ decía Mau-sin-quija’a, con su sonrisa taciturna y satisfecha. La tripulación se preparó, asiéndose de sus puestos mientras su navío navegaba los aires, por encima de las aguas azules, dirigido hacia la abertura en el muro que había quedado en lugar del coloso derrotado por Max. El paisaje de Rupunia que veían a través de la brecha era el mismo que dejaban atrás: más costa de arena clara, y agua azul, transparente y cristalina. Javier, siempre de pie en proa para guiar el camino, divisó un objeto que flotaba del otro lado del muro, como una mancha allá en la distancia. Javier encogió los ojos, tratando de divisar lo que era. El Naglfar mantuvo su curso, y a medida que se acercaba al muro, los tripulantes se percataron de que aquella mancha se hacía cada vez más grande.

-“Muchachos, ¿la vieron?” Preguntó a Jesús.

-“Sí,” dijo Natalia. “Viene hacia Nosotros. Javi, ¿qué ves?”

Javier estaba concentrado en divisar la forma de aquél punto en la distancia cuando Natalia le hizo la pregunta. Él, concentrado en su visión extraordinaria, viró sobre su hombro como acto reflejo para responder al llamado de Natalia. Ella miró dentro de los ojos de Javier aún con su visión extraordinaria activada, y sintió como toda esa energía que él tenía en enfocarse en la distancia, la había recibido ella de golpe. Él se dio cuenta, e inmediatamente dio un respingo y volvió su mirada hacia delante.

-“N-No estoy seguro.” Respondió Javier, mintiendo. Porque él ya había divisado lo que aquél punto era, pero no quería creérselo. “Hay que acercarnos más.”

Tras decir esto, siguió un silencio ominoso poblado sólo por el vibrar del Naglfar y el sonido de los remos que mágicamente se impulsaban con el aire.

-“¡Es otro barco!” Gritó Max desde el puesto de vigía, con su mano sobre las cejas para taparse el sol y guindando del nido de águila para ver con más claridad.

-“Sí, es otro barco.” Respondió Javier automáticamente sin mirar hacia atrás, todavía dándole la espalda a la tripulación.

-“¿Puestos de batalla, Doctorísimo?” Le preguntó Mau a Juan Diego. Éste negó con un ligero movimiento de la cabeza.

-“Tranquilo. Sólo mantén curso y velocidad.” Le respondió Juan Diego, con tono neutro. Mau observó a Juan Diego, de pie contra la baranda del castillo de popa, quieto como siempre. Su rostro era ilegible, pero entonces Mau notó como las manos de él se aferraron fuertemente de la baranda, cual si esperase un impacto. Mau pensó que nunca había visto a Juan Diego preocupado, ni siquiera ahora que acababan de enfrentar a una montaña con vida. ‘Eso no puede ser bueno’ pensó Mau, pero se lo quedó para sí mismo.

El resto de la tripulación se selló los labios en un silencio que parecía pesar en la atmósfera. Vanessa se le acercó a Jesús por detrás y le tomó la mano, asiéndose de él con fuerza. Eduardo se tomó su cabellera y se la amarró en una cola. Carlos Javier se estaba comiendo un camarón, con concha y todo, que había caído en el barco con el salpicar del agua que había dejado el coloso cuando cayó sobre la costa. Natalia, por su parte, miraba a Javier casi con la misma intensidad con la que él miraba hacia el frente. Ella sabía que Javier no estaba diciendo algo, porque si Max era capaz de divisar la forma del barco, entonces Javier ya había divisado mucho más.

Marly miraba a Carlos horrorizada mientras masticaba al camarón, cuyas patitas se veían saliendo de la boca de Carlos.

Alejandro había estado observando la expresión de Natalia desde hacía un rato, consciente de que algo andaba mal. Él se le acercó en silencio.

-“Nati, ¿qué pasa?” le preguntó en voz baja. Nati balbuceó algo que Alejandro no comprendió, y seguía perdida mirando a Javier con sospecha.

Mau se desvió un par de grados a estribor para esquivar al barco, pero éste todavía parecía dirigido directo hacia ellos. Entonces Mau se desvió un par de grados a babor, y el barco todavía parecía dirigido exactamente en curso de colisión, sin aparentemente haberse redirigido, como aquellos retratos cuyos ojos siempre sientes que te están mirando.

-“Hmm… that’s funny,” dijo Mau para sí mismo.

-“¡Nos quieren embestir!” Dijo Vane finalmente, como soltando un desespero que llevaba dentro. Jesús también se veía inquieto, e intercambió miradas con Alejandro, pero ambos se mantuvieron en silencio.

-“Cálmate, baby,” le dijo Eduardo, en parte tratando de calmarse a sí mismo también. “Hey, Sexy…” Dijo él refiriéndose a Juan Diego. “Any ideas?”

-“Firme, Mau.” Le dijo Juan.

Carlos miraba una pata del camarón que tenía en su mano, pensando ‘¿Será que los camarones se comerán con todo y concha?’

Alejandro pensó “bueno, si hay algo que Nati y Javi no se están diciendo, yo se lo saco porque sí.” Entonces fue y se acercó a proa, parándose al lado de Javier. Con un naturalidad que era demasiado natural dadas las circunstancias, Alejandro se decidió a sacarle a Javier lo que llevaba por dentro.

-“Que fue, colombiano, ¿cómo estai?” Le preguntó Alejandro.

-“Bien, ¿y tú, Alejandro?” Respondió Javier automáticamente, sin inmutarse en lo más mínimo.

-“Bien, loco… mirá… vos sabei que desde que Max vio que esa vaina era un barco, vos mínimo ya le habías visto la placa y el serial del motor.” Le dijo Alejandro, ambos mirando hacia delante, fingiendo que tenían una conversación casual. Javier guardó silencio. “Así que contáme,” le preguntó Alejandro. “¿Quién coño de la madre está manejando esa verga?”

Javier, todavía inmutable, le respondió:
-“Nosotros.”

-“Véis marico, es tan sencillo hablar desde el… ¿¡Qué?!” Dijo Alejandro, después de hablar asimilado la información. ‘¡El que que!’ se le escuchó a Max Gritar desde arriba. Al escuchar el grito Alejandro, todos los miraban a él y a Javier, expectantes.

-“Javi, ¿qué pasa?” Le preguntó Natalia, angustiada.

-“Es que es extraño…” Dijo Javier, como si pensara en voz alta.

-“Tranquilo colombiano que yo te creo,” le dijo a Javier. “Yo lo digo.” Entonces Alejandro se dirigió a toda la tripulación.

-“Bueno, señoras y muchachas, resulta que el barco de enfrente somos nosotros. Y sí, nos estamos embistiendo.” Todos entre la tripulación se miraron entre ellos, consternados.

-“Marico, ¿los camarones se comen con concha?” Preguntó Carlos Javier, rompiendo el silencio después de un tiempo y mostrando la pata del camarón que sostenía en la mano. ‘No, they don’t, you big stupid… thing,’ le respondió la voz en su barriga.

-“Con razón,” Dijo Mau. “Por cuantas veces lo he intentado esquivar, sigue dirigido hacia nosotros, y es automático.”

-“Es un espejo entonces.” Dijo Vanessa.

-“O pueden ser como unos dark extraordinarios, o sea, una versión oscura de nosotros, pienso. ¿No?” Dijo Marly.

-“Puede ser un mimic.” Dijo Natalia.

-“¡Beetlejuice, bettlejuice, beetlejuice!” Gritó Max.

-“¡Bueno, no sé, pero si son de verdad y nos abordan, a mí me dejan al Juan del otro barco!”

-“¡Alejandro, éste no es momento para tu testosterona, coño!” Dijo Vanessa.

-“Sean de verdad o no, ya los vamos a chocar.” Dijo Javier.

-“¡Je je jeeee, son camarones!” Dijo Carlos, mirando la pata de camarón en su mano.

-“¡Carlos Javier, vergación!” Gritó Natalia.

-“¡L---o, L---o, L---o!”* Gritó Max.
*Chiste interno censurado por el INDECU. (O tal vez porque si lo digo tres veces, aparece)

-“¡Déjense de niñerías, Mau deténte!” Gritó Vanessa.

-“¿Qué ‘detente’ del coño, mija? ¡Coñazos!” Gritó Alejandro. “¡Come on!” Gritó, con una segueta en la mano.

-“¿¡Qué hacemos!?” Gritó Marly.

-“¡Coñazos!” Gritó Alejandro.

-“¡No, Mau! ¡Detente!” Gritó Vanessa.

-“RRROOAAAAAR” Gritó Alejandro.

-“¡CAMARONEEEEEES!” Gritó Carlos Javier.

Entonces, Jesús los interrumpió gritando con todas sus fuerzas: “¡Silencio!”

Todos callaron, con la única excepción siendo la vocecita en la barriga de Carlos que automáticamente respondió ‘I kill you?’, pero nadie le prestó mucha atención.

Rodeado de las miradas de toda la tripulación y en silencio absoluto, Jesús dio dos pasos hacia el castillo de popa, y alzó la cabeza para mirar a Juan Diego a los ojos.

-“Juan Diego, ¿qué hacemos?” Le preguntó. Juan Diego se mostró inmutable, aferrándose con fuerza a la baranda del castillo.

-“Pa ‘lante,” dijo Juan Diego tranquilamente, mientras lo miraba fijamente a los ojos con expresión de ‘tú sabes cómo es todo’.

Entonces esta afirmación pareció darle nueva resolución a Jesús, quien, decidido, tomó la mano de Vanessa y se acercó al centro de cubierta.

-“Pa ‘lante entonces,” Dijo Jesús. Para él, la decisión del líder tenía que ser la decisión del grupo. Todos mueren juntos, y todos salen vivos juntos, pero todos se comprometen, nadie duda, y todos dan el cien por ciento. De esa forma, en la incertidumbre total, sólo sabes una cosa: que puedes confiar plenamente en el extraordinario que tienes a tu lado. Así es ‘como es todo’.

Todos los demás se prepararon también, avispados e impacientes, para cuanto se imaginaban venía a continuación, a una historia distinta por cabeza. El barco contrario ya estaba cerca, y algunos extraordinarios lograron divisar sus propias contrapartes, sus otros ‘yo’, en aquél navío. Estaba tan cerca, de hecho, que ambos estaban prontos a una distancia donde no podrían evitar la colisión. Mau miró con preocupación a Juan diego, a quien parecía no importarle. En ese momento cuando la poca distancia hizo inminente la colisión, Javier se dio cuenta de que era, en efecto, un reflejo exacto del navío que ellos manejaban. Era todo un reflejo. Y al tocarse los dos barcos, el Naglfar contra su reflejo, desde el punto de los dos mascarones de proa esculpidos con forma de cabeza de águila, se quebró toda una superficie entre los dos navíos, como un campo de fuerza o un espejo gigante, como si ellos entraran en una superficie de agua que estaba colocada verticalmente, agua que se quebraba más densa, como se quiebra el vidrio. Sí, era el confín de la realidad quebrándose como agua hecha de vidrio, desde la cabeza de águila que la había penetrado. Todos los extraordinarios fueron sacudidos por el impacto, con la excepción de Javier, quien presenciaba en primera fila cómo atravesaban hacia la otra dimensión, rompiendo por la fuerza aquella superficie por la cual entraban pero al mismo tiempo parecía tragárselos en un vacío que convergía hacia la negrura. Él, sin mover un dedo, vio el reflejo de la nave, del paisaje y de él mismo acercándose lentamente hacia él, progresivamente dirigiéndose a tragárselo. Se miró a sí mismo a los ojos. Con los lentes puestos, los ojos caídos con un dejo de tristeza en su forma natural, y el cabello batiéndose al aire, podía ver en su reflejo las imperfecciones en la piel, el sudor en el rostro, y vio como la punta de su nariz tocó la punta de su propia nariz proyectada. ‘Demonios, esto va a estar tan mal,’ pensó. Y lo mismo pensaron todos los otros extraordinarios, que se dirigían a enfrentarse el único mal para el cual sabían por seguro que no estaban listos: a sí mismos.

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Este capítulo fue un trabajo conjunto. Coautores: Jesús Rangel y Alejandro Ortega
Si les gusta, ya saben a quien agradecer :)

(10ma parte) La Liga de Maracuchos (y un colombiano) Extraordinarios

El Secuestro de Joe



X - Mad Max



-“¡El Muro de Rupunia!” dijo Marly, sin poder subirse la quijada al terminar de hablar.

-“Es hermosísimo, de verdad que sí.” Dijo Javier

-“Impresionante arquitectura.” Dijo Mau

-“Agh, provoca tirarse al agua, está tan azul. Que ladilla tener que ser héroe.” Suspiró Naty.

-“¡Soy una exagerada!” Dijo Vane, limpiándose las lágrimas.

-“Mi alma, Vane, gran verga. Nosotros te queremos igual.” Dijo Alejandro.

-“No, ustedes no me quieren. Ustedes me soportan.”Dijo ella.

-“Vane, ¿Qué hablai?. Que un defecto tape todas tus virtudes sería como tapar el sol con un dedo.” Dijo Marly. Max brincó desde el puesto de vigía y cayó en cubierta, su cuerpo de ninja moldeándose como líquido al pisar la madera del barco, completamente silencioso.

-“¡Ah, ya la entiendo!” Dijo Max. “Ella está como cuando te sale una pepa en la cara del tamaño de un Corn Pops, y tienes que ir a la universidad y tú sientes que la gente no puede evitar ver otra cosa que… bueno, tu pepa.”

-“Síiii.” Dijo Carlos. “Uno siempre cree que la gente está es pendiente de los defectos de uno.”

-“Pero hay gente que sí lo está.” Dijo Vane, esta vez mirando a Jesús, quien se veía contemplativo.

-“... Those Who Mind Don't Matter and Those Who Matter Don't Mind.*” Jesús respondió sin dejar de mirar a la pared.
*(Ésta traducción es un poco difícil pero significa algo como “a quienes les interesa no importan y a quienes importan no les interesa”)

-“Pero igual se ponen a burlarse a tus espaldas.” Respondió Vanessa.

-“Mamaguevos, todos.” Dijo Jesús.

-“I heard that!” Dijo la voz en la barriga de Carlos.

-“Yo Sé que lo escuchaste, perra.” Dijo Jesús.

-“Skiny ass dwarven motherfucker.” Respondió la voz. Jesús miró a la barriga de Carlos con expresión de estar planeando algo.

-“I wuv you!” Le dijo la voz con tono sonriente. Eduardo Valbuena irrumpió en la conversación.

-“Babies, o sea, tienen en frente a la muralla china Supersized, ¿y están hablando de pepas en la cara?” Dijo Eduardo. La tripulación quedó boquiabierta. ‘¡Eduardo!’, ‘¡Baby!’ y ‘¿Dónde coño estabas tú metido, pues?’ Le dijeron.

-“Durmiendo de lo más rico en el camarote del capitán.” Respondió él, estirándose y pasándose las manos por el cabello. “No se siente pero ni un poquito así de turbulencia. Ve que ni sé dónde estamos.”

-“Frente al muro de Rupunia,” dijo Mau. “El cual conseguimos a través de un desliz interdimensional que había dentro del huracán que se manifiesta en el triángulo del drágon. El triángulo del dragón es una formación magnética parecida al triángulo de las bermudas, sólo que éste se encuentra en el Mar del Diablo, cerca de Japón.”

-“El muro que estamos a punto de romper,” dijo Juan Diego. “¡Max!”

-“Hai,” dijo Max, llevándose las manos a la sien con un saludo marinero. Alejandro irrumpió

-“Ya va, ya va, ya va. Un segundo. Que quiero probar algo,” dijo Alejandro. “Marly, gritále a la puñetera pared esa, a ver qué tal.” Marly se mostró un poco tímida y, sin querer iniciar una lucha de poderes, miró a Juan Diego pidiendo aprobación. Juan se encogió de hombros y torció la boca en un gesto de -seguro, si tú quieres.- Luego ella miró a Max.

-“Max, ¿me sostienes?” Le preguntó. ‘Hai’ dijo Max. Los cachetes de Marly enrojecieron profundamente.

-“Está bien, intentaré gritarle.” Dijo ella con voz chiquita, sin mirar a nadie a los ojos. Ella no sólo era tímida, sino que le tenía un profundo miedo a su propio poder.

Marly se adelantó a proa, se paró flexionando levemente las rodillas y con el cuerpo hacia delante, para soportar el impacto de la onda de choque del grito. Max la abrazó por detrás, y enterró los pies en el suelo, con una pierna flexionada y otra estirada, en la posición de alguien que está empujando algo muy pesado y grande. El resto de los muchachos, a excepción de Javi, se cubrieron y se taparon los oídos con lo que pudieron conseguir a bordo. Marly comenzó a inhalar con calma, pero con una fuerza sobrehumana que producía su propia brisa, su pecho y su abdomen inflándose, la arena y el agua de la costa siendo aspiradas en su dirección, levantando ella sus puños poco a poco a medida que acumulaba aire. Y cuando ambos de sus puños estaban cerca de su rostro, sobre sus ojos cerrados, ella abrió sus brazos soltando un grito espeluznante, de una sola nota aguda cuya voz parecía mezclarse con rugidos y sonidos de delfines, y duraba varios segundos y seguía manteniéndose en la misma, perfecta nota, el mismo rugido, el mismo grito de mujer que parecía aterrorizada, pero mezclado con una fuerza salvaje que delataba que, al contrario, era ella quien aterrorizaba, con su furia y poder indomables. Max, con su mejilla pegada a la espalda de Marly, apretaba los ojos y los dientes mientras sus oídos soportaban el grito, y el resto de su cuerpo sostenía a Marly en posición, soportando el empuje de la onda de choque que movía barco, agua, arena y brisa. A medida que se extendía el grito, una fisura apareció en la pared, luego dos, y tres, y la pared comenzó a crujir y a desmembrarse en rocas muy grandes que poco a poco fueron cayendo, dejando un cúmulo el cual, aunque todavía era inmenso, ya dejaba ver un paisaje tras él. El grito de Marly cedió tras unos segundos, y ella abrió sus ojos para ver la sección de la pared que estaba frente a ella hecha escombros.

Alejandro, victorioso, se dio la vuelta, dándole la espalda a la pared, para jactarse ante Juan Diego.

-“¡Ajá! ¡Vamos pues! ¿Cómo era la verga? ¿Marly no estaba lista pa qué? ¿Pa qué? Pero vení, decílo que te quiero escuchar,” Decía Alejandro. Mientras tanto, Marly, todavía exaltada por el grito, sonrojada y con la respiración acelerada, vio cómo la roca superior entre los escombros abría los ojos. ‘¿¡Qué!?’ pensó ella, restregándose los suyos propios. Sí, la roca superior había abierto los ojos, dos redondas luces que apuntaban hacia abajo, como si hubiese sido despertada repentinamente de un sueño y estuviese preguntándose qué había pasado.

-“¡Ale!” Dijo Marly. Los escombros entonces comenzaron a incorporarse, y al hacerlo, Marly se percató de que tenían una apariencia andromorfa, los escombros siendo como un hombre que había caído de rodillas, con la roca superior siendo su cabeza. Alejandro todavía estaba de espaldas al muro, ‘Pa que cojáis pues, coñi--‘ le decía él a Juan, al ser interrumpido por Marly.

-“¡Alejandro Ortega!” Le gritó ella. Cuando Alejandro volteó hacia la pared, los escombros ya se estaban irguiendo completamente en la forma de un coloso de proporciones muy preocupantes para los extraordinarios, con movimientos qe eran costosos y titánicos dado el tamaño de sus partes.

Soundtrack


-“Maldita sea, odio ser el Jar-Jar Binks del party,” dijo Alejandro para sí mismo.

-“Bueno, muchachos, nosotros nos fuimos.” Dijo Juan Diego, parándose en popa de un brinco. “Mau, toma el timón. Max, todo tuyo el caramelito aquél.” Le dijo, haciendo un ademán hacia el coloso.

-“Hai!” respondió Max, haciendo el saludo de marinero con una sonrisa de oreja a oreja.

-“¡A toda máquina, Mau!” Le gritó Juan. “¡Quiero estar a dos brazos de distancia de ese coño!”

Mau arrancó con el barco emitiendo un zumbido vibratorio fuerte y muy grave, moviéndose veloz hacia babor. Max dio un gran brinco sobre el mismo sitio, y al caer, dado que el barco ya se había movido, él cayó sobre el agua de la costa, la cual le llegaba hasta su abdomen. El coloso, por su parte, puso su mano sobre una columna del muro. Emitiendo un rugido que sonaba más como arquitectura crujiendo o el sonido de una máquina inmensa, el coloso arrancó la columna de la tierra y parecía decidido, con sus movimientos que levantaban neblina y exaltaban a los pájaros cerca de su cabeza, a destrozar al Naglfar usando la columna como arma, la cual podía sostener con una sola mano.

-“¡Mardición a leguas de ese coño te quiero, Mau!” Gritaba Juan.

-“¡Hey! ¡Bobo grande! ¡Por aquí!” Le gritaba Max al coloso, chispeando agua cuando agitaba los brazos.

-“¡No le para bolas a Max, viene hacia nosotros!” Decía Natalia. Mau abalanzaba al barco como si fuese un péndulo, tratando de zafarse de la atención del coloso. Pero éste lo seguía con su mirada inerte de luz y piedra, caminando con pasos lentos pero largos en dirección hacia el Naglfar, que carecía de la maniobrabilidad suficiente para zafarse del gigante y que tarde o temprano caería en sus manos. Javier, parado sobre el casco, se puso la palma sobre su frente y encogió los ojos tratando de distinguir
lo que Max hacía en la distancia.

-“Creo que Max se está riendo.” Dijo Javier tranquilamente.

-“¿¡Qué!?” Grito Vanessa.

-“Maldita sea con Max” dijeron algunos miembros de la tripulación. Marly entonces procedió a vociferarle ‘Coño de tu madre, no te rías!’ La voz de Marly hizo eco en el paisaje. Max la escuchó y se puso las manos alrededor de la boca para responderle:

-“¡Es que cuando dije bobo grande el coloso me recordó a L---o!”**

Entonces el coloso se detuvo.

Como si hubiese comprendido lo que Max acababa de decir, el coloso ladeó su cabeza y miró sobre su hombro hacia atrás. Lentamente comenzó a re-alinear sus partes para caminar en dirección a Max. Vanessa, Alejandro, Marly, Natalia y Carlos Javier estaban destornillados de la risa.

-“¡Ahora Mau, rodea al coloso y nos pones detrás de Max!” Le dijo Juan.

-“Agárrense, muchachos,” Dijo Mau.

El Naglfar entonces navegó el aire en una curva repentina, inclinándose hasta que el mástil quedó casi horizontal. Dando un largo y amplio semicírculo, Mau se dirigía a colocarlo a espaldas de Max, desde donde él lo podría defender.

-“Eso es, ven con papá.” Decía Max, alistándose de pie en la arena de la isla, listo para la acción.

El coloso rugió hacia el aire con su rugido que era arquitectura y animal y máquina. Estaba enfurecido contra Max. Los pájaros alrededor de su cabeza lo hacían verse más lejano, titánico e irreal. La arena que levantaba a su paso se acumulaba. Era como si una montaña hubiese cobrado vida y hubiese tomado un garrote para aplastar a Max. La tierra temblaba con sus pasos, sus partes hechas de piedra y talladas en arte ancestral crujían con el despertar de su largo dormir. Los tripulantes del Naglfar miraron hacia abajo, y allá, en la costa, como un pequeño punto ondulante, estaba Max inclinado en posición de lucha, esperándolo, crujiéndose los dedos, con las manos inquietas y las piernas tensas, hambriento de acción.

El coloso batió la columna al aire y la arremetió contra Max, pero falló. Max se montó sobre la columna, y saltó para montarse en la cabeza del coloso.

Podría describírselos, pero mejor vean los 0:15 a 0:30 de
ESTO


Max, agarrado de la cabeza del coloso con una mano, la otra mano extendida hacia el cielo, en posición de Karate, gritó ‘AAAAAAHHHHHHHH’ y le estalló un golpe en medio de la cabeza que hizo a la tierra temblar. El coloso emitió un quejido grave como el de una vaca, las luces de sus ojos viraron levemente hacia arriba antes de apagarse, y el cuerpo de piedra comenzó a desmayarse poco a poco, como debajo del agua. Habiendo encontrado un nuevo nivel en la capacidad de sus poderes, Max dio un brinco hacia atrás que lo llevó toda la distancia desde la cabeza del coloso hasta el barco, sintiendo en el camino la brisa batiendo su ropa, los sonidos del coloso caer allá en la lejanía, y la libertad de estar en el aire.

Cuando aterrizó en el barco, su cuerpo nuevamente cedió como líquido, y el sonido de su caída fue uno muy escaso. Los muchachos lo miraban con asombro.

-“Attention Whore” Le dijo la voz en la barriga de Carlos.

-“Muy bien, muchachos, creo que ya podemos entrar al mundo de Rupunia.” Dijo Carlos

-“Vergación, por fin.” Dijo Nati.

-“Verga, por fin diré yo.” Dijo Jesús, sobándose los dedos.

-“¿qué?” Preguntaron los muchachos.

-“Nada.” Respondió Jesús.

-“Bueno, sin nada más que decir.” Dijo Mau. “Avanti!”

...


**Chiste interno censurado por el INDECU

(9na Parte) La liga de maracuchos (y un colombiano) extraordinarios

El Secuestro de Joe



IX - La suave realidad




-“¡Tengo una tortuga en mis pantalones!” Vociferó Max, desde el puesto de vigía, hacia la negrura que rodeaba al Naglfar. Luego puso su mano alrededor de su oreja esperando escuchar un eco. Nada, no escuchó nada, ni siquiera el reverberar del sonido contra alguna superficie. Se escuchaba…

-“…como si estuviésemos en medio de la nada.” Dijo Javier, mirando alrededor. Sólo negrura se veía.

-“Todavía nos bambolea el mar.” Dijo Mau, prendiendo una de las linternas de aceite que colgaban en cubierta. “En algún lugar estamos, eso es seguro. Aunque todavía no he podido descifrar dónde.”
Carlos Javier y Alejandro estaban subiendo a cubierta, y Alejandro le estaba contando a Carlos Javier lo que había sucedido mientras él estaba adentro, moviendo mucho las manos y mirándolo de cerca.

Soundtrack


-“…Sí, marico, demasiado épico, porque entonces Javi agarró el timón, ¿no? Y tú sabes que a él le sabe a bola el huracán, él de lo más tranquilo manejando. Bueno, entonces el huracán se dobla hacia nosotros, marico, así como si fuese un gigante que asoma la cabeza para mirar de cerca al barco, (Ale hace el barquito con una mano y con la otra hace al gigante abalanzándose ) y Javi de lo más tranquilo sube la mirada como si estuviese mirando al gigante a los ojos diciéndole, ‘cojones, men, yo voy de jeta’,” Al decir esto, Ale se puso la mano en la boca mirando a Carlos con expresión de ‘como te quedó el ojo’, riendo.

-“Mieeeeerda.” Dijo Carlos Javier.

Detrás de ellos subían Vanessa, Marly y Natalia, en ese orden. ‘¡Ajá, exijo que alguien me explique dónde coño estamos! ’ Vociferaba Vanessa, golpeando la madera con la base de su puño. ‘¡Que ya me estoy arrechando, nojoda!’

Carlos se da la vuelta y, con toda la seriedad del mundo (¿cómo lo hace el hijo de puta?), le dice a Vanessa: ‘Parece que estamos en el infierno.’ Vanessa entonces procedió a tener un paro cardíaco parcial. Casi, digo. Parecía, al menos.

-“¡¿Qué?!” Vociferó Vanessa, llevándose la mano al corazón con expresión de -estoy viendo ‘El Aro’- en el rostro, y cayó sobre Marly quien estaba un par de escalones más abajo. “¡Yo no puedo ir al infierno, yo tengo demasiadas cosas que resolver! ¡Si yo voy al infierno ahorita me van a dar demasiado cacao! --” Decía Vane, pero se detuvo al escuchar las carcajadas de alguien.

-“¡Ay, verga! Vanessa es tan fácil, ja ja ja.” Se decía Juan Diego a sí mismo mientras enrollaba una soga que era del ancho de uno de sus brazos, de las que habían usado durante el huracán. Juan reía con una de esas risas que es mitad risa, mitad exhalación. Alejandro y Carlos siguieron hacia cubierta riendo y chocándose las manos y los puños.

-“Verga, mija, dejá el estrés. Sube y ya.” Le decía Marly, empujándola. Vanessa parecía desconcertada.

-“¡¿Ay, pero por qué me mienten así?!” Decía Vane con tono de malcriada.

-“¡Verga, loca, pa que te déis cuenta!” Exclamaba Juan en un tono bajo, que hacía que sus exclamaciones tomaran un sonido parecido al de susurros fuertes. “Que uno te dice una vaina y, sin importar cuán increíble sea, si es negativa, tú te la crees.” Vanessa iba a responder, a punto de decir ‘tampoco es que me creo cualquier cosa’, pero Juan la atajó antes. “De bolas que no te crees cualquier cosa, pero siempre le ves lo negativo a todo. Y el mundo es 50 y 50, positivo y negativo, y si tú lo ves negativo 80%, terminas viendo casi la mitad de lo que pasó. ¿Y tus conclusiones salen de qué? De lo que percibiste solamente. Entonces después vienes y dices que es que Jesús Alberto no te cree cuando le hablas. De bolas que no, es que uno asume que tú exageras las vainas.”

Al escuchar esto, Vanessa quedó anonadada. Tenía un cúmulo de sensaciones mezcladas y solidificadas, una parte de ella quería reprocharle a Juan Diego y decirle que todos percibimos realidades distintas porque la realidad absoluta no existe, otra parte de ella quería simplemente mandarlo a callar, y una tercera parte, la más cruel, le susurraba al oído que era verdad todo lo que Juan Diego decía, y que ella estaba mejor callándose la boca y calándose todos los insultos, porque al final de su vida ella terminaría sola cuidando gatos (y sin nietos).

Pero entonces Vanessa optó por respirar, pensar, y sentir un poco las cosas. Miró a su alrededor mientras reflexionaba sobre ese asunto, la realidad. ¿Cómo sabes qué es la realidad? ¿Cómo defines lo que es real y lo que está sólo en tu mente, si la línea entre conocimiento y percepción es tan delgada que hasta los griegos le dieron vueltas al asunto a través de generaciones, generaciones que incluyeron a los filósofos más importantes de la historia, sin llegar a una conclusión satisfactoria? Si alguien te dice -te amo- y tú percibes que no es sincero por la forma en que te lo dice, ¿cómo sabes si es en verdad tu intuición hablando, si, como en el caso de Jesús, sabes suficiente de lenguaje corporal como para discernir cuando alguien te está mintiendo o si, por otro lado, son tus miedos los que hablan, tu subconsciente con todos esos recuerdos de las infidelidades y las mentiras, y en el fondo estás tan herido que no quieres creer ni confiar cuando una situación esperanzadora en el presente se parezca a una situación dolorosa en el pasado? ¿Cómo confías en tu propia capacidad de saber cuándo algo es real, y cuándo no lo es?

Vanessa se avispó por un momento, dándose cuenta de que el asunto que tenía en cuestión, aquí y ahora, era mucho más burdo que verdades filosóficas. Juan le había dicho que todos asumían que ella exageraba las cosas. Para descubrir la realidad de ese argumento, sólo había una cosa por hacer, pensó.

-“¿Eso es verdad, muchachos?” Preguntó Vanessa tímidamente. “¿Ustedes creen que yo soy una exagerada?”

Soundtrack


Todos los extraordinarios alrededor de Vane estaban concentrados, cada quien haciendo algún trabajo en la nave, llevando o trayendo algo, o reflexionando sobre cómo salir del extraño lugar donde estaban metidos. Al escuchar la pregunta de Vanessa, todos respondieron con muy poco interés, siguiendo con sus faenas, cosas como “sí, mi alma, normal” o “de bolas,” o “verga, más o menos,” y “she’s not the smart one in the family, is she?” Dijo la voz Navi dentro de la barriga de Carlos. Vanessa sintió un dolor incisivo en la boca del estómago. Se sentía atropellada por el camión de la realidad.

-“Pero… pero… ¡ustedes siempre dijeron que yo era confiable!” reprochaba vane, con la voz triste y chiquita. “¡Y ahora ustedes creen que yo soy una mentirosa!”
Al escuchar esto, Juan Diego, que estaba montado en el castillo de popa (la parte de la superestructura de un barco que se eleva sobre la cubierta principal en el extremo de popa), saltó para caer en cubierta principal, justo al lado de Vanessa.

-“Vergación, ¿veis? lo estás haciendo otra vez.” Le dijo Juan Diego. “Nadie dijo la palabra mentirosa por aquí, nadie.”

-“Ajá, ok, está bien, Juan Diego.” Dijo Vanessa rodando los ojos y cruzándose de brazos (como ella capaz y no sabe que lo hace) “Está bien, ¡¿Cómo es, entonces, que Vanessa ve realidades que no están allí, y se imagina vainas, y vive metida en un mojón mental!?” Dijo ella, refiriéndose a sí misma en tercera persona. Juan Diego, obviamente desagradado por la actitud sarcástica de Vanessa, suspiró con expresión de ‘no tiene caso seguir en esto’ y se dio la vuelta para subir al castillo de popa y seguir con su trabajo.

-“Hey, pero ven acá, o sea, yo te estoy escuchando, Juan Diego, porque honestamente quiero saber,” le decía Vanessa, con un tono difícil de describir. “En serio, ajá, te escucho.”
Juan Diego, aunque no parecía muy convencido, se volvió hacia ella.

-“¿Qué más quieres que te diga? O sea, la palabra mentirosa, nadie la dijo, ¿de dónde salió? Inventos tuyos. ¿Quién dijo que tú vivías en un mojón mental? Tú. ¿Quién dijo que tú te imaginas vainas? Tú. ¿Quién te insulta todo el tiempo? Tú. Todo te lo haces tú misma, y no te das cuenta porque no te da la gana. Ni siquiera hace falta que nadie te diga gorda ni nada, porque tú te lo estás haciendo todo el tiempo. Entonces, ¿qué pasa cuando alguien te dice algo que se puede medio parecer a la pista de la sombra de uno de esos insultos? Que tú vienes y te arrechas con los de afuera. Pero es contigo misma con quien te tienes que arrechar. Arrecharte con los demás es inmadurez. Porque nadie tiene que hacerse responsable por las vainas que pasan dentro de tu cabeza.”

-“¡Pero los demás me hacen vainas feas a veces!” Dijo Vanessa.

-“Y tú las multiplicas cuando las interpretas y las comparas con las veces que te jodieron en el pasado… y asumes que te van a joder en el futuro.”

-“¡Pero!… ¿¡y los maestros espirituales que me dicen que sí me van a j…!?”

-“Cojones con esa gente, pregúntale a Carlos si quieres. Hasta él sabe que puedes cambiar una predicción del tarot.”

-“¡Pero no sé cómo!”

-“¡De bolas que sí, cambiando tú!”

-“¡Pero no sé cómo!” Gritó Vanessa al tope de su voz. En ese momento, Juan Diego y ella se dieron cuenta de que casi toda la tripulación estaba consciente de la pelea, unos la presenciaban con algo de preocupación, otros trataban de concentrarse y hacer su trabajo. No podían culparlos, pues los dos ya estaban hablando tan alto que era imposible evitar escuchar. El único que estaba dándoles la espalda completamente era Jesús, quien estaba hincado sobre proa como quien mira hacia abajo al mar, hundido en sus propios pensamientos. Marly y Natalia caminaron extrañadas hasta su lado.

-“Jesús,” dijo Nati, “¿qué pasa que no has hecho nada con respecto a la luz?”

-“Sí, Jesús. ¿Te pasó algo? ¿Te lastimaste durante el huracán?” Le preguntó Marly, preocupada.
Jesús se dio la vuelta y, mirándolas a cada una a los ojos, les dio unas ligeras palmadas en la cintura como diciendo ‘vengan conmigo’, dirigiéndolas a caminar de vuelta con los demás. Mientras atravesaban la cubierta principal, se agacharon para pasar por debajo de una columna de madera que cargaban Carlos y Ale de un lugar a otro. ‘Marico, y la banda sonora de Shadow’ Decía Ale. ‘Mareehco, seeeeh’ Reía Carlos. Jesús llegó hasta Mau, seguido de las dos muchachas. Mau lo miró con una sonrisa cándida, sin mostrar los dientes. Una sonrisa que de alguna manera delataba ‘ya sé lo que me dirás’.

-“Mau, ésta es una oscuridad que no se cura con luz.” Le dijo Jesús. Mau asintió manteniendo su sonrisa, volviendo la mirada al horizonte. “Yo pensé que al principio era mi culpa, pensé que no me podía concentrar, sobre todo con la discusión de Vanessa. Pero no. Es que este lugar es distinto, se siente distinto. Es como si el silencio no existiera. A pesar de que pareciera rodearnos, es como si el verdadero silencio no existiera.”

-“Diablos,” dijo Marly.

-“Sin silencio no puedes concentrarte, Jesús.” Dijo Natalia.

-“Exacto.” Dijo Mau. “¿Y ya descifraste por qué se siente así, Jesús?” Él le hizo esta pregunta a Jesús con el tono aleccionador del maestro quien ya sabe la respuesta, pero tiene la curiosidad de saber si su pupilo también. Jesús empequeñeció los ojos, como tratando de concentrarse con fuerza, inhaló y exhaló audiblemente, y se llevó una mano a la barbilla. Al mismo tiempo, Carlos se asustó cuando vio a Alejandro resbalarse con el tronco en la mano. En el suelo, Alejandro se cubrió esperando que el tronco le cayera encima, pero al ver que no sucedió nada, miró hacia arriba, y vio al tronco caer muy lentamente en el aire, como si estuviese bajo el agua.

-“Mierda, gracias Jesús.” Dijo Alejandro, incorporándose y siguiendo con su trabajo. Jesús parecía no haberlo escuchado, parecía no estar consciente de todo ese evento, y siguió con su tren de pensamiento.

-“¿Por qué no existe el silencio en este lugar? Pues, ¿de qué está hecho este lugar? ¿Cómo se originó Rupunia?” Decía Jesús para sí mismo, y después de un rato miró a Mau. “Del hombre, Mau. De una idea. No, de una palabra, creo que esa es la clave.”

-“Exacto. Sí, yo también estaba pensando lo mismo.” Respondió Mau. ‘verga, se puyó Jesús’ dijo alguien por ahí. “Eso que dice la biblia de que el verbo fue primero no es cierto, no para el resto del universo. Pero sí lo es para éste lugar.” Dijo Mau.

-“Claro, cada molécula de este lugar vino de una palabra. Por ende el silencio no puede existir en éste lugar. El silencio sin conceptos no puede existir porque el lugar está hecho de conceptos” Dijo Jesús.

-“Si este embrollo lo inició una palabra,” dijo Mau, guiando los pensamientos de Jesús. “Entonces sólo palabras nos pueden sacar de él.”

-“Palabras mágicas” Dijo Jesús, como pensando en voz alta. “Palabras ancestrales.”

-“¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice! ¡Beetlejuice!” Gritó Max desde el puesto de vigía. Todos lo miraron extrañados. Max, sintiéndose juzgado, dijo “¿¡qué?! Pudo funcionar.” El resto de los tripulantes volvió al asunto.

-“Ya va, pero esto no tiene sentido.” Dijo Natalia. “¿Están hablando de que el silencio no existe en un lugar donde sólo se escucha silencio?” Natalia no estaba muy convencida.

-“Creo que estamos en una especie de espacio medio entre dos dimensiones.” Opinó Jesús.

-“Yo creo que esta oscuridad es el concepto primario de la oscuridad.” Opinó Carlos.

-“Yo opino que nos dejemos de guevonadas y busquemos una bola de discoteca y, no joda, apuesto un José Cuervo a que se ilumina esta vaina pal coño.” Dijo Alejandro, dándole un golpe a la madera.

-“¡Luz! ¡Luz! ¡Luz!” Gritaba Max desde arriba.

Vanessa estaba en medio de todos ellos, mientras opinaban y discutían y hablaban y hacían ruido. Pero al mismo tiempo se sentía ajena, se sentía ajena a ellos, a la discusión, a los sonidos, a sí misma, a todo.

Todo era como un sueño del cual estás despertando poco a poco, los sonidos se escuchan distantes, y las imágenes se ven borrosas.

-“No,” Dijo Vanessa, pensando en voz alta. “Esto no es real. Esto es un velo.”
Y estas palabras mágicas de Vanessa hicieron eco y reverberaron en todas direcciones, y la oscuridad se deshizo como si hubiese estado hecha de hebras de cabello las cuales se enrollaron en espiral y desaparecieron, revelando todo el paisaje que rodeaba al barco. Era un cielo soleado de medio día, con una brisa delicada y agradable, aguas calmas y transparentes de costa azul. Frente a ellos estaba el muro de Rupunia, alto como un castillo, extendiéndose sobre arena de isla hasta donde el ojo podía alcanzar a este y oeste. La belleza del paisaje les había quitado el aliento a todos. Mau miró a Vanessa con sonrisa de maestro orgulloso de su discípulo. ‘Impresionante’ le dijo Mau. ‘Siempre supe que eran palabras, pero no lograba deducir cuáles.’

Vanessa todavía estaba confundida por lo que había sucedido. A su lado, ella encontró a Jesús, sumido en sus pensamientos mientras miraba la pared de arriba abajo.

-“Jesús. ¿En serio tú crees que sepas cuando alguien te esté mintiendo?” Preguntó Vanessa.

-“Como la mitad de las veces, o algo así.” Respondió él.

-“¿Y qué haces con las que no puedes descifrar? ¿No te vuelven paranoico?”

-“Sí, bastante.”

-“¿Cómo haces entonces?”

-“En realidad no me importa. Si me están mintiendo o no, ya no me lo pregunto. Estoy seguro de que eventualmente la verdad se revelará. Y la paranoia, pues, simplemente estoy consciente de que es paranoia.”

-“Pero habrán momentos en que la gente te hará daño.”

-“Claro. Mira, Vane, no se trata siempre de confiar en la gente. A veces se trata de que yo confíe que soy más fuerte que todo el daño que alguien me pueda hacer. Yo, mi verdadero yo, mi espíritu, es más fuerte.”